Carlitos,
A lo mejor te interesa esta web...
http://frontera.library.ucla.edu/index.html
La mejor colección del
mundo de discos cantados en castellano está en un sótano del este
de la
bahía de San Francisco, en
El
Cerrito (California-EE UU).
Son más o menos
130.000 unidades y aún están trabajando en el
proceso de catalogarlas y digitalizarlas. Empezaron en 2001 y va para
largo: hay miles de acetatos de 78 revoluciones por minuto, singles,
elepés y cintas de casete que todavía no han sido fichados.
El
tesoro -una lección de historia, dolor y alegría- se llama, con
todo el sentido,
The
Frontera Collection (La colección de la
frontera). La conforman la práctica totalidad de las grabaciones
musicales de la fecunda música mexicano-californiana producidas
entre 1905 y 1990.
Los discos fueron donados al
Chicano
Studies Research Centre por un hombre que
merece un monumento:
Chris
Strachwitz, un preservador de las
esencias.
Fundador en 1960 de
Arhoolie
Records, el emigrante Strachwitz (nacido en la
Baja Silesia en 1931) se prendó siendo adolescente de la riqueza y
amplitud de las músicas tradicionales que brotan en el suelo
estadounidense.
Primero fueron el jazz y el blues, pero pronto se
dejó llevar por el paladar de cada uno de los ingredientes, básicos
o secundarios, de ese
melting pot donde todo es bien
recibido y se multiplica en otros guisos vernáculos: zydeco criollo,
norteño chicano,
working songs, lamentos negros, folk,
blues sucio de burdeles, guitarras hawaianas…
Arhoolie nació de
un capricho de fanático. Strachwitz estaba empeñado en grabar a su
héroe, el
bluesman texano
Lightnin’
Hopkins. Como no tenía dinero para comprar el
equipo necesario, vendió algunos de los tesoros de su colección de
discos y se plantó en Houston (Texas), hogar de Hopkins. No pudo
grabarle (aunque lo haría en el futuro), pero registró el primer
disco de
Mance
Lipscomb,
Texas
Songster and Sharecropper (noviembre de 1960) y
puso en el mercado 250 copias.
Desde entonces Strachwitz no se ha
detenido. Arhoolie es una de las pocas empresas discográficas que
merecen con justicia ser llamadas independientes: nunca se ha plegado
a los dictados de la moda, deja que los artistas graben a su gusto y
las ventas nunca han sido el objetivo final.
El éxito llegó tras
dos
golpes de suerte. El primero, la grabación
doméstica (en 1966, en el salón de la casa de Strachwitz en una
jam
session regada de vino) del más popular alegato musical contra
la guerra de Vietnam,
Feel
Like I’m Fixin’ To Die, de
Country
Joe and The Fish.
El segundo fue una
(habitual)
jugada bellaca de Mick Jagger y Keith Richards,
que quisieron hacer pasar por suya, para ahorrarse el pago derechos,
la canción
You
Gotta Move de su disco
Sticky
Fingers (1971).
Arhoolie demostró en los
tribunales que el tema era de
Mississippi
Fred
McDowell (que canta bastante mejor que Jagger,
por cierto) y del reverendo
Gary
Davis. Cuando las cosas se pusieron feas, los
inglesitos prometieron que pagarían regalías y enviaron a sus
abogados para pactar un arreglo extrajudicial con lo único que les
sobra: dinero.
Durante estas últimas cinco décadas, Strachwitz
ha seguido practicando su pasión de adolescencia: comprar discos
viejos con canciones nacidas de la tierra, el sudor y la sangre de
los oprimidos y los dolientes. Así se fue haciendo con lo que hoy es
The
Frontera Collection.
El disfrute de la
biblioteca sonora (que no tiene afán de lucro) puede ejercerse
en
línea. El único archivero, Antonio Cuellar
(que también es músico: toca en el grupo de ska latino
La
Plebe), se dedica desde hace
nueve años
a digitalizar las canciones, etiquetarlas por género,
artista, discográfica y palabras clave, escanear los discos y,
cuando existen, las cubiertas. Aún le queda mucha labor por
delante.
De gran parte de los artistas de este banco sonoro no
existen referencias biográficas. Son aficionados o cantantes
eventuales que
cobraban diez dólares por grabar una canción
para casas discográficas efímeras que pretendían colarse en el
mercado de la música de baile norteña.
La riqueza tímbrica es
pasmosa: han catalogado
2.600 géneros, algunos
huelen a tierra desconocida: vals bajitos, tragedias rancheras,
merequetengues, tokimbés, yaravis, tortilla music, chiviricos,
orquidea porro…
También lo es la temática: ejecuciones,
trabajos mal pagados y esclavizantes, desesperación, asesinatos por
honor, adulterios, muertes accidentales, sucesos, abusos, dinero,
suicidios, tiroteos, lamentos…
Música casi anónima convertida
en crónica. Verdadera, sangrante. Purita historia,
mano.