Monday, March 05, 2007

Carta de Alfonso

Viernes, 2 de marzo de 2007

¿Qué tal Charlie?
Una vez leí la maldición de Sísifo, aquel que estaba condenado a subir una piedra hasta lo alto de una montaña, y una vez que alcanzaba la cumbre la piedra se caía hasta abajo y tenía que volver a empezar. Siempre pensé que aquello era una gran putada, porque de antemano ya sabías que el esfuerzo no servía para nada y tenías que volver a empezar. Con el paso de los años volví analizar esa historia y le encontré algún sentido a aquella maldición, todas las historias cuando comienzan están condenadas a acabarse de alguna manera, es verdad que nos gustaría que siempre acabaran bien, pero muchas veces no es posible, por las circunstancias que sean. Lo importante creo, que es vivir la historia, vivir el momento, aunque lo vivamos lleno de errores, ya que estos errores serán nuestro equipaje de experiencia para poder afrontar nuevas historias, nuevos retos, nuevos rebaños que cuidar.

Un puzzle gusta hacerlo pero una vez acabado solamente puedes contemplarlo, el reto está en que nunca lo puedas acabar y que de vez en cuando lo retomes como un reto personal, aprendiendo que las piezas que colocaste un día en un sitio, no encajan y tienes que buscarles otro emplazamiento. Qué sería de ese puzzle si lo acabáramos el primer día de manera exitosa y sin aparente esfuerzo… lo único que podríamos hacer sería observarlo y al final nos cansaríamos de hacerlo. A la gente que le sale todo bien le falta conciencia de la importancia de lo que disfrutan, a aquellos que nos cuesta conseguir las cosas y que nos equivocamos mil y una veces y que hemos vivido momentos duros en la vida, apreciamos cuanto las cosas valen y la importancia que tienen. Pero creo que las personas que cometen errores habitualmente y que sufren las consecuencias, tienen una ventaja sobre las que no, son como la hierba, la hierba es frágil y está al ras del suelo, se tumba muy fácilmente cuando el viento sopla en su contra, pero cuando deja de soplar vuelve a su estado natural. Los árboles son robustos y es muy difícil que caigan pero cuando sopla un viento fuerte que no pueden soportar se quiebran y jamás vuelven a su estado natural, ya que casi nunca nadie los ha podido tumbar. La costumbre de la hierba a tener que moldearse continuamente le hace erguirse otra vez una vez pasada la tempestad.


Un abrazo, amigo.
Alfonso Rodríguez Laínez

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