Los pájaros se volvieron locos, las luces de los edificios, las de los neones, el tráfico, los cables eléctricos y redes inalámbricas de todo tipo cambiaron su comportamiento. Las luces de la gran ciudad les deslumbraron.
Los pájaros empezaron a no dormir por las noches, a querer tener cosas que no podían permitirse sin ni siquiera pensar en ello; comenzaron a cantar en las madrugadas, a saltar en los postes de la luz y graznarte como si te quisieran decir algo, como si exigieran el pago de una compensación gritándote en la cara.
Los pájaros de la ciudad le perdieron el miedo al hombre, incluso se atrevían a comer de su plato, también de las sobras que quedaban de aquellas raciones inmensas de comida venenosa; o sobrevolaban a sus anchas por aparcamientos con alimentos esparcidos por el suelo, ellos también querían comer más de lo que necesitaban.
Los pájaros empezaron a tomar coca cola y a lanzarse contra los parabrisas de los coches, ya no encontraban diversión en descargar sobre chaquetas o sombreros para mofa de sus congéneres. La palabra volar perdió su significado, volaban sí, pero sin moverse y con una extraña mirada en sus ojos, empezaron a atacar con piedras a los niños y a tirarse en picado a las escopetas de balines.
Los pájaros ya no querían gusanos ni miguitas de pan.
Los pájaros empezaron a no dormir por las noches, a querer tener cosas que no podían permitirse sin ni siquiera pensar en ello; comenzaron a cantar en las madrugadas, a saltar en los postes de la luz y graznarte como si te quisieran decir algo, como si exigieran el pago de una compensación gritándote en la cara.
Los pájaros de la ciudad le perdieron el miedo al hombre, incluso se atrevían a comer de su plato, también de las sobras que quedaban de aquellas raciones inmensas de comida venenosa; o sobrevolaban a sus anchas por aparcamientos con alimentos esparcidos por el suelo, ellos también querían comer más de lo que necesitaban.
Los pájaros empezaron a tomar coca cola y a lanzarse contra los parabrisas de los coches, ya no encontraban diversión en descargar sobre chaquetas o sombreros para mofa de sus congéneres. La palabra volar perdió su significado, volaban sí, pero sin moverse y con una extraña mirada en sus ojos, empezaron a atacar con piedras a los niños y a tirarse en picado a las escopetas de balines.
Los pájaros ya no querían gusanos ni miguitas de pan.
Robert Stroud
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