¡Qué bien le sentaba la muerte! Aquellas ojeras que hacían de su mirada algo tan op art, la piel de los pómulos tan pegada al hueso... estaba perdiendo algunos dientes, su sonrisa estaba tan llena de luz como una luna nueva y era tan expresiva como la de un busto de alabastro. Sus brazos eran largos y finos, tan blancos que las marcadas venas parecían recorrerlos por fuera. Sus manos… sus manos eran óseas y empezaban a curvarse ligeramente, los movimientos de los dedos eran lentos pero elegantes con un toque de distinción propio de la vieja nobleza prusiana, y el humo de sus cigarrillos completaba el espectáculo ya que hacía de fondo perfecto para aquella película muda que era verle hablar con una copa de brandy español en su mano.
Las camisas de seda tapaban las costillas que parecían querer escaparse de aquella prisión hecha de una finísima capa de dermis. Sus piernas eran dos raíces que salían del suelo en línea paralela y que se escondían dentro de dos botas que a veces se despegaban del piso. Su suave caminar gatuno ya no conocía de líneas rectas ni de prisas.
De repente un día empezó a cambiar, y poco a poco su piel fue adquiriendo un color dorado que no tenía muy buen aspecto, su cabello empezó a tener un brillo saludable, dejó de poder contar sus costillas y sus venas ya no se veían, lentamente iba viviendo hasta que un día... vivió. ¡Qué lástima! Había paseado su muerte por tantos lugares... y la muerte le sentaba tan bien…
Las camisas de seda tapaban las costillas que parecían querer escaparse de aquella prisión hecha de una finísima capa de dermis. Sus piernas eran dos raíces que salían del suelo en línea paralela y que se escondían dentro de dos botas que a veces se despegaban del piso. Su suave caminar gatuno ya no conocía de líneas rectas ni de prisas.
De repente un día empezó a cambiar, y poco a poco su piel fue adquiriendo un color dorado que no tenía muy buen aspecto, su cabello empezó a tener un brillo saludable, dejó de poder contar sus costillas y sus venas ya no se veían, lentamente iba viviendo hasta que un día... vivió. ¡Qué lástima! Había paseado su muerte por tantos lugares... y la muerte le sentaba tan bien…
Mr. Grey
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