Allí estaba haciendo una diagonal perfecta. Una línea rectísima que se escondía detrás de una papelera a la que miraba absorto mientras se secaba las manos con dos toallas de papel marrón. Los segundos pasaban como minutos, y en su cabeza comenzaron a proyectarse una sucesión de imágenes que le recordaron tiempos mejores, demasiado cercanos en el tiempo como para que le parecieran ya tan lejanos.
Tiró las toallas húmedas dentro de la papelera y todavía con la línea diagonal grabada en su retina fue a la nevera, cogió su bolsa y se dirigió al jardín central del edificio de oficinas en el que trabajaba.
Se sentó en un banco libre, abrió el papel de aluminio y apareció, victorioso, el bocadillo de todos los días: Pepino, queso brie, mayonesa, dos finísimas lonchas de roast beef y una pizca de mostaza de Dijon. Todo estaba situado a la perfección, tanto que aunque apretase las dos rebanadas de pan de siete cereales nada se saldría por los lados. Y allí estuvo sentado durante los treinta minutos que duró su pausa para comer, disfrutando de su perfecto bocadillo, esperando que apareciese, pero ella nunca vino.
Mr. Blue
(continuará)
No comments:
Post a Comment