Monday, November 15, 2010

Mujeres (I): Victoria tres pecas


Victoria se despertó a las once de la mañana de aquel lunes sin saber muy bien lo que hacer. Se duchó, tomó una taza de café colombiano, se fumó dos malboros seguidos y en un ataque de nostalgia decidió ir a la tienda del centro comercial donde vendían prensa extranjera para comprar el Marca. El Atleti había jugado la semana anterior y eso le tocaba mucho. Su relación con Max llevaba demasiado tiempo en punto muerto, ni avanzaba ni paraba, estaba en un estado de calma desesperante para una persona como Victoria que aborrecía la rutina profundamente y quizá aquello de leer la prensa deportiva le diese un comienzo de semana que rompiera con aquellos días de interminable nada.
Nunca se arrepintió de lo que dejó atrás, en España no había mucho futuro y a fin de cuentas California seguía siendo el “estado de oro”. Un negocio aquí, otro allá... fue subiendo en el escalafón y ya no se preocupaba de movimientos de poca monta entre los pachucos y chicanos del este de L.A. que tanto le aburrían con aquel comportamiento infantil disfrazado de hombría.
Victoria cerró la puerta, bajó las escaleras mientras se ponía las gafas de sol, caminó despreocupada por North Croft Avenue, se metió a la derecha en Beverly Boulevard, y tras un par de manzanas de paseo soleado entró en el centro comercial.
Subió por las escaleras mecánicas llenas de maduras rubias de plástico, llegó a la tienda quiosco, vio el Marca del sábado y leyó en titulares que el Atleti le había metido tres goles al Madrid y el Madrid sólo uno al Atleti. Se sonrió.
El ruido del poco gentío la invitó a marcharse a la calle, durante unos minutos sólo imaginaba como habrían sido los lances de aquel partido, bajaba las escaleras mecánicas absorta, con ganas de un buen vermut, pasó por la puerta automática y un destello atravesó las lentes oscuras que ocultaban sus ojos color verde claro.
Era la salida a La Ciénaga Boulevard y allí estaba... bello como una bestia, un deportivo sport, azul cielo metalizado, con la tapicería de piel en el mismo color, con la capota abierta y las llaves puestas porque los chicos del “valet parking” no se lo habían llevado aún. Un Mercedes 450SL con motor de cinco litros y ocho cilindros. No supo explicar el porqué, sintió un escalofrío y una tensión en los músculos que fueron preámbulo a que algo dentro le dijera: “¡Salta!”
Victoria se metió el Marca en el bolsillo de atrás del pantalón, cogió impulso y apoyando su mano izquierda en la puerta cerrada saltó por encima de ella. Arrancó y se lamentó a voces en su mente. - "¡Mierda! Es automático... ¿Cómo pueden estos gilipollas conducir un coche como este con un cambio automático? ¡Un cinco litros automático...!"
Metió la directa, pisó a fondo, y la desbocada tracción trasera dejó un olor a goma quemada que en el aire se hizo un eco.
Vicky pagó su frustración clavando aún más el pie en el acelerador, el motor rugía y ella notaba como la transmisión iba haciendo al coche subir de marcha, el color iba desapareciendo de sus ojos a medida que aumentaba la velocidad y el aire en su pelo largo se hacía música.
Giró a la derecha en Rosewood Avenue, sin rastro de policía aún, aquella tracción trasera hermesiana provocaba que el inmenso morro del Mercedes se levantase en cada pequeño acelerón. La adrenalina subía y en su cara había una sonrisa etrusca indescriptible con palabras. Hacía tantos años que aquello era como volver a la caza de los años ochenta en el Barrio de Salamanca de Madrid, ya no se acordaba de Max, ni del Atleti, ni de la sensación de que el tiempo la había traicionado, ni del trato cerrado la noche anterior con aquel pez gordo panameño. Sólo había velocidad, chispas de estrella fugaz y olor a gasolina.
No tardaron en empezar a oírse las sirenas, giró a la izquierda en North Hayworth a más de ochenta por hora. No había problemas, aquel deportivo era un purasangre. Nada le preocupaba lo más mínimo hasta que en el cruce con Waring vio como un tipo cruzaba por un paso de cebra. Era demasiado tarde ya para frenar, era un coche automático, “un cinco litros uve ocho automático....” -pensó. De nada hubiera servido intentar reducir a “segunda” pero lo peor llegó y cuando se dio cuenta de que el imbécil que se le cruzaba en el peor momento de su vida era Max.
Algo dentro de ella le hizo decantarse por la máquina, giró lo suficiente para no arrollarlo por completo y estropearlo todo, pero aún así el choque hizo que perdiera el control del volante y frenó en seco, de golpe contra su destino que venía de frente en forma de un Saturn SC2.
No llevaba cinturón de seguridad y salió disparada. Cayó de bruces pero todavía tuvo fuerza para levantarse, mirar a Max hecho chatarra y ver al Mercedes muy tocado entre un mar de aceite de motor y transmisión, y brumas de humo azulado con destellos de luces anaranjadas de intermitencia.
Comprobó que llevaba el Marca en el bolsillo de atrás, encendió un malboro y se puso a caminar cojeando, observada por cientos de curiosos que asistían ociosos e incrédulos, casi como televidentes, al espectáculo de aquella mujer que andaba con un cigarrillo medio encendido en su boca. Iba de lado a lado de la calle, sin rumbo, apoyándose en los coches que se habían parado tras el golpe. Los agentes de Los Ángeles Police Department apuntaban sus armas y le gritaban que parase y pusiese las manos en la cabeza, pero ella sólo oía un rugido pasional de motor que se fue disipando con el recuerdo de aquel amante al que un día le mataron; y empezó a sentirse mal, hasta que el dolor venció a la voluntad y cayó al suelo.
Mr. Blue

Wednesday, November 03, 2010

Deep in the heart of Texas (XV): Seis banderas sobre Texas

Seis banderas sobre Texas


Seis naciones, seis, han ejercido su soberanía sobre alguna de las partes de lo que hoy es el gran estado de Texas.

España: Desde 1529 hasta 1685 y desde 1690 hasta 1810.
Francia: Desde 1684 hasta 1688
México: Desde 1810 hasta 1836
República de Texas: Desde 1836 hasta 1845
Estados Confederados de América: Desde 1861 hasta 1865
Estados Unidos de América: Desde 1845 hasta 1861 y desde 1865 hasta la actualidad.

Mr. Blue

Tuesday, November 02, 2010

You can't make a record if you ain't got nothin' to say?

Willie Nelson no tiene que hacer nada, absolutamente nada, para llenar cualquier sala o escenario al aire libre. Nelson no tiene necesidad de escribir canciones, ninguna necesidad, tiene algunas que todavía no sabes que son suyas pero ya no escribe. La vida, en un cierto momento, le llevó a darse cuenta de que versionar era lo que le estaba dando más fama y dinero, así que se ha dedicado a grabar cintas y cintas de temas ajenos. Y, a pesar de todo, seguimos yendo a verle allá donde la “cercanía” de la distancia tejana nos permite, aún a sabiendas de que podríamos recitar los títulos de los temas del concierto con un margen de error mínimo. Trigger, su sempiterna guitarra, su bandana roja y sus trenzas son tan icónicas como cualquier imagen religiosa, y es que en Texas, Willie Nelson es Dios en la tierra.
Coleccionar sus discos es imposible, él mismo ha perdido la cuenta de los que ha editado y de vez en cuando lees en revistas especializadas que tiene material “nuevo”. Entre esas sorpresas hace unos meses se promocionó su enésimo LP “American Classic” (Blue Note 2009) otra vuelta de tuerca a estándares norteamericanos, canciones de siempre que pasó por el tamiz jazzístico con una particularidad que habla de su absoluta falta de reparos a la hora de editar discos: incluye un tema que ya había grabado, uno de “sus” salmos más reconocidos “Always On My Mind”. Una canción que popularizara un zagal de Tupelo hasta que Willie grabó su propia versión allá por el año ochenta y dos.
“American Classic” se anunció
como una especie de segunda parte de su disco “Stardust”, que ha sido disco de platino cinco veces desde su edición en 1978, pero al final es, de nuevo, una simple disculpa para seguir girando. De hecho, cuando estés leyendo estas líneas estará a punto de editar un nuevo LP titulado “Country Music” con la discográfica “Rounder” y actuando en algún sitio de Estados Unidos.
Deben de quedar una decena de leyendas vivas del country y por ello en sus actuaciones uno debería tomar apuntes de historia musical, pero mucha gente no alcanza a comprenderlo y no respeta eso. Como cualquier devoto religioso el fan de Willie Nelson que no sabe mucho más de él que su afición por la marihuana y sus diez canciones más conocidas asiste a sus conciertos para conseguir el trofeo soñado: la foto de su santo particular en el escenario. Así que ocurrió que los peregrinos sentados en las filas más lejanas empezaron a caminar hacia el altar del escenario, y una vez allí, descargaron los flashes de sus cámaras o desenfundaron sus teléfonos móviles de última generación para conseguir esa reliquia que enseñar a los compañeros el lunes por la mañana en el trabajo, y recibir así el reconocimiento general. Eso por no hablar de las féminas que ligeramente pasadas de cerveza jaleaban fuera de sí cada genial sermón de solo de guitarra o las homilías entre canción y canción.
De los gilipollas
que actualizaban su Facebook desde sus teléfonos mejor no hablaré... pero no hay nada que se pueda hacer, toda congregación tiene sus dementes extremistas. Es parte del rito de un concierto de Nelson, uno de los artistas que más mima a su público con autógrafos, fotos, contacto de manos, o poniéndose los sombreros que le lanzan al escenario. No olvidaré el día en que en Austin Willie le firmó el suyo a mi amigo Quinín y se lo dio en mano sonriéndole...
El nueve de enero de dos mil diez vi a Nelson en la misma sala en la que vi a George Jones unas semanas antes. Nelson se marcó un concierto con un elegante toque de jazz en la primera parte que hizo irreconocibles varios de sus propios grandes éxitos y a partir de un cierto momento empezó a sacar canciones de la chistera del oeste y aquel local vibró a ritmo de sus grandes temas de siempre. Especialmente notables fueron la poco aireada en directo “Shotgun Willie” y una excelente versión de “Good Hearted Woman” en claro homenaje a su amigo Waylon Jennings, pero el set list completo fue como sigue:

Whisky River (Jazz)
Still Is Still Moving To Me
Beer For My Horses
Shoeshine Man
Funny How Time Slips Away/Crazy
Night Life
Me and Paul
If You’ve Got The Money I’ve Got The Time
Mamas Don’t Let Your Babies Grow Up to Be Cowboys
Blues Eyes Crying In the Rain
On the Road Again
Always On My Mind
Good Hearted Woman
Nobody’s Fault But Mine
I’ll Fly Away
Hank Williams Medley
Just Because You Asked Me To
Milk Cow Blues
One Day At a Time
Bloody Mary Morning
Yesterday’s Wine
I Gotta Get Drunk
I Saw the Light
Satan, Your Kingdom Must Come Down (Louvin Brothers)
Georgia On My Mind
Man With the Blues
Hello Walls
Shotgun Willie
Whiskey River (Country)

Pocas sorpresas en otra entrega de más de lo mismo de un tipo que tiene la brillante desfachatez de versionar
sus “propios” temas, uno de esos caraduras con carisma, un artista que en el escenario es el amo y señor del orgullo tejano con todo el derecho que su carrera le otorga.
A la salida del concierto un hombre con sombrero de vaquero, probablemente de la misma edad que Willie me decía: “Alguien debería poner su cara en el monte Rushmore”.

Carlos Rodríguez Duque