Thursday, July 14, 2011

Mujeres (IX): Elizabeth


Elizabeth era profesora, no hacía mucho que había cruzado la frontera de los sesenta y en su vida hubo un antes y un después. Sus días transcurrían lentos, sus alumnos eran de naturaleza especial y eso le hacía tener una penitencia diaria que le venía muy bien para deshacerse poco a poco de los excesos de la tarde anterior. Nada serio, sólo aquella nebulosa grisácea que la anestesiaba hasta las doce del mediodía, momento en el que sentía que volvía a la vida, día tras día.La sensación de despertar le encantaba y, por si fuera poco, para entonces sólo quedaban dos horas y media de clase.
Sus tardes después del trabajo eran largas y de recuerdos, el ritual de cada una de ellas pasaba por ir caminando hasta la licorería y comprar un "fifth" de Moskovskaya. La vuelta a casa significaba abrir aquellos álbumes de fotos con cientos de instantáneas de un pasado tan feliz como prometedor.
Elizabeth era bailarina de ballet, algo inusual en el sitio en el que vivía, y nunca supo si su carrera tenía potencial o no, pero se lo tomó tan en serio que no había ninguna diferencia entre ella y alguna de las grandes; todo era un simple asunto de diferencia de años. Su dieta era muy severa y su actividad física un auténtico castigo, y además renunció a lo que cualquier joven de su época consideraba un bienestar normal.
Y así pasó todos y cada uno de los doce años de sueños hasta que su prima Mavis la invitó a pasar el día en Galveston con unos amigos para celebrar su graduación.
Elizabeth no tenía muchas ganas de ir, algo dentro de ella le hacía ser retraída y seguir con su rutina, esa que no le gustaba que nadie rompiera. Ella no tenía el concepto mental de diversión de aquellas cosas tan triviales para el resto de jóvenes, así que fue realmente su madre la que la animó a ir, por aquello de ser un evento social pero a la vez familiar.
Se levantó temprano, su madre la llevó a casa de Mavis y una vez allí se montó en el Chevy Impala que conducía su primo Jeremy, hermano de Mavis y seis años mayor; un chico que desde niña había tenido un atractivo fascinante para ella. Cinco automóviles salieron juntos en dirección a la costa a las diez de la mañana del dos de junio de mil novecientos sesenta y nueve.
El día era soleado y los jóvenes empezaron a buscarse y perseguirse en juegos por la playa. Elizabeth estaba fuera de lugar pero no le desagradaba lo que, por el momento, se limitaba a ver sentada en su toalla de playa de color blanco. Algunos chicos habían conseguido cerveza e incluso dos de ellos llevaron dos fifths de vodka que habían sacado de la casa de sus padres. Lo mezclaron con Dr. Pepper y ella sintió la obligación de probarlo cuando Mavis le dijo:
- Es delicioso y no te hará nada. ¡Vamos, Lisa! Todos lo estamos tomando y lo estamos pasando en grande, nadie va a decir nada... y ya tienes dieciséis años...

El bebedizo sabía bien y daba una sensación de alegría y de paso del tiempo tan diferente que empezó a sentir cosas tan nuevas como excitantes.
Continuaron las risas, la música que salía de la radio portátil que estaba encima de la toalla de Julia, los baños en el mar, las carreras... Jeremy atrapó a Elizabeth y se puso a hacerle cosquillas encima de otra toalla. Le recorrió un escalofrío tan agradable como terrorífico cuando sintió la fuerza de sus brazos; y, sin quererlo realmente, consiguió zafarse cumpliendo órdenes internas de su marcial orden moral.
Uno de los chicos rompió accidentalmente una botella de vodka vacía y su cadáver cristalino quedó esparcido sobre las piedras de la playa. Nadie se percató. Nadie hasta que Elizabeth se seccionó con él el tendón flexor del primer dedo de su pie derecho al pisarlo cuando corría hacia el agua perseguida por Jeremy.
A pesar de visitar a los mejores especialistas del 'Medical Center' de Houston no hubo solución. Se consiguió que el pie tuviese un aspecto normal e incluso había que prestar mucha atención para poder percatarse de una ligerísima cojera que la acompañó para siempre desde aquel día. Elizabeth siguió con su vida pero nada volvió a ser lo mismo.

Aquella tarde, extrañamente, su atuendo de baile estaba encima de la cama. En lugar de doblarlo y guardarlo se vistió con su tutú y se calzó sus zapatillas de media punta de lona. Por algún motivo que sólo ella sabía estaba convencida de que sería capaz de hacer una pirouette sur le cou-de-pied. Dio un trago largo a su fifth de Moskovskaya, cerró el tapón de metal con fuerza, dejó la botella encima de la mesa, pulsó el botón de play de su lector de CDs y empezó a flotar con la música. Tenía tan claro que lo iba a conseguir que comenzó a sentir el mismo latido que cuando tenía dieciséis años. Hasta que apoyó todo el peso sobre el primer dedo de su pie derecho y cayó inmediatamente al suelo... como todas las tardes, y empezó a llorar.
Mr. Blue

Saturday, July 02, 2011

Deep in the heart of Texas (XX): El primer día de Acción de Gracias


Estatua de Juan de Oñate en El Paso, Texas.

Juan de Onate partió desde Santa Bárbara, Méjico, en la primavera de 1598 acompañado de cuatrocientos españoles con intención de colonizar Nuevo México. Se quedaron sin agua y sin comida en el desierto de Chihuahua y sobrevivieron alimentándose de vayas, raíces y bebiendo agua de los cactus. Tras cuatro días “a la deriva”, moribundos ya y sin esperanza de vida, fueron encontrados cerca de El Paso por un grupo de indios Mansos que los salvaron de una muerte segura.
Cuando se recuperaron salieron de caza y pesca, prepararon todo y se celebró un banquete común como agradecimiento.
Mr. Blue