Wednesday, September 19, 2007

Sois unos flojos, no sabéis ni...

08/31/07 Unos son pacientes por el sustantivo paciencia, otros por el verbo pacer.
El día en el colegio acabó con acusaciones que involucraban papeles y matrimonio y que se yo cuantas cosas más… y en casa mientras ultimábamos los preparativos Quinin y yo cantábamos ‘Gavilán o paloma’ la tarde no empezaba con muy buen pie.


Quinín, Antonio, Inma y servidor salíamos de viaje sin rumbo a Louisiana, a las 18.00, a los cuarenta minutos me empezaron a entrar dudas existenciales sobre la superioridad e inferioridad intelectual, la fuerza física, la ley de la gravedad… convinimos en elegir un CD cada uno para que no se monopolizara el asunto musical, pero me estoy haciendo mayor y más intolerante, y pronto me di cuenta de que no debo hablar de música nunca.
Las millas iban cayendo y llegamos a Lake Charles, donde vimos con asombro un anuncio de un concierto de Willie Nelson en un mes y medio, llovía y mucho, así que paramos en un bar para un refrigerio a base de grano de cebada y agua. En aquel bar había muy poca gente pero muy amistosa; a los pocos minutos, mientras yo pensaba en el sentido de la vida y en la educación recibida y no recibida, Antonio con su labia natural hacía amistades con una rubia sentada en la barra cuyo novio estaba, sin nosotros saberlo, en el baño. Llegó una segunda ronda de Shiner Bock, las lenguas se desataban, de la pareja del bar supimos que él había estado en España varias veces, incluso que había ido a los sanfermines… Wade hablaba con Inma, yo me retiraba enojado de la barra porque Quinín quería contra una intimidad que acabaría con mito… “!NO!” -grité,- “bastante tuve ya con descubrir que los reyes magos son los padres, no quiero tener otro shock…” las risas salieron del establo, algunas se desbocaron.
Y todo se salió de madre cuando en el bar aparece un tipo con la figura más extraña del mundo, un tío al que Quinín bautizó como Luis Fernández Ánfora, el hombre con las orejas más abiertas del reino animal racional e irracional, la foto era obligada, Quinín disparó mientras Terry, que así se llamaba el personaje, hablaba con Antonio.
Terry tiene la particularidad de ser feo, feo y de disparar litros de saliva cuando habla, el jolgorio se hacía más intenso, nos lo íbamos pasando de unos a otros para quitárnoslo de encima. El tipo quería llevarnos a cenar al restaurante cuya cocina trabajaba, hasta que, ya algo cargados, le dijimos que sí, que iríamos. Aprovechando que se había dejado las gafas encima de la mesa y que se lo había recordado, salimos corriendo hacia el coche y nos fuimos a toda prisa. Reíamos y reíamos a cuenta del pobre Terry sin saber la que nos esperaba.
Quinín condujo por algunas calles hasta que llegamos a un restaurante abierto, los chicos entraron en él y ¿A quién se encontraron? Sí, a Terry que estaba sentado en la mesa esperándonos… ironías del destino, la cocina del restaurante ya estaba cerrada, así que acabamos yendo a un Waffle House. Desde allí al hotel y desde el hotel a un bar donde vimos la acumulación de chicas más guapas de todo el viaje, no sólo bellas sino elegantes, demasiado elegantes para un pueblo como Lake Charles, quizá.
09/01/07 La presencia no es sólo estar presente.
Tras una noche movidita y un desayuno de cuarto de tenedor empezamos viaje por la carretera 90 que va paralela a la autopista I 10. Seguíamos con la rotación de CDS, Antonio tenia un triple disco con las canciones de nuestras vidas, una recopilación con canciones de todas las décadas y estilos, recopiladas por un programa de TVE.
Salió la flema gallega, salió justo cuando Camilo Sesto cantaba como un ángel “Algo de mí” cuando a unos cien kilómetros por hora Quinín bajó la ventanilla, saca medio cuerpo y se puso a gritar: “!!Cultura Cajun!! !!TOOOOOMA!!” y entonces llegaron unos sonoros cortes de manga y un: “!!JOODEEEEEEEEOS!!” Y después cantó esos versos tan bellos y que tan a tiempo llegaron: “Te vas amor pero te quedas porque formas parte de mí”.

El paisaje era más bien feo, pasamos por Lafayette downtown con más pena que gloria y llegamos a uno de los pueblos de la ruta, New Iberia, un pueblo formado por malagueños hace unos cuatrocientos años, curioso; el periódico local se llama The New Iberian. Allí paramos en un bar de diseño, un sushi bar, y desde allí, tras una cerveza Abita (la cerveza de Louisiana) llegamos al Tampico Mexican Restaurant, donde comimos y fuimos atendidos por una amable señorita de color llamada Latoya.
Oí su nombre mientras los demás hablaban y entonces un ángel salio de detrás de mi hombro derecho y un demonio del izquierdo…. “Latoya…, ese nombre suena igual que otra palabra de la que ahora no me puedo acordar…”. Mascaba el bromazo mientras masticaba la enorme y deliciosa ensalada que estaba engullendo. “¿Habéis oído como se llama la camarera? La ostia, se llama Lapolla…” y empezaron las risas disimuladas al principio y la carcajada abierta al final cuando Inma, muy educadamente, le preguntó a la chica cómo se llamaba… y ella respondió: “My name is Latoya” e Inma, educada de nuevo y mordiéndose la lengua le dijo: “Oh, that is such a nice name…” a partir de ese momento la comida no supo igual. Salimos de allí con barriguitas llenas y corazones contentos, a mi me dolía la mandíbula de la risa.
Uno de los puntos marcados en la ruta, la fábrica de Tabasco no se pudo hacer y todavía desconozco el por qué, así que cogimos carretera y manta (de agua) e Inma y servidor comenzamos a hablar de música, mientras Antonio dormía y Quinín vivía en un silencio demasiado atronador para ser sólo una modorra de sobremesa. No paraba de llover y estaba oscureciendo así que decidimos no ir al delta del Mississippi ese día y hacer noche en Nueva Orleans, había prometido no volver más y allí estaba de nuevo.
Hicimos la ruta habitual por NOLA y acabamos escuchando soul/funk en el Studio 554, donde una mujer muy bebida y con pamela sacó a bailar a Inma… ese sábado se celebraba el día del orgullo gay, fueron varios los que se me acercaron a decirme “Hola ¿Qué tal?” y hubo algún que otro guiño de ojo izquierdo, ante el cachondeo general de los otros tres compañeros de viaje.
Me quedé muy sorprendido cuando vi a Jesús Jerónimo allí, con unos pantalones tiroleses y unos tirantes, y nada más que eso realmente. En cierta ocasión me comentó que quería ir a New Orleans, y al verlo allí me dije: “Joder, Jesús… ¿Tú también?” me acerqué y entonces por su voz me di cuenta de que no era él, era un tipo exactamente igual, dos gotas de agua. Tuve una cierta sensación de alivio.
Quinín se dio cuenta de que eran mujeres policías las que cuidaban a las hordas de gays, como él mismo dijo para evitar situaciones como: “Agente… voy a ser un chico muy malo para que me aporree….” En fin.
Cumplí uno de mis sueños, entrar en un lugar de topless donde las chicas bailan en barra vertical, era mi primera vez y pronto me di cuenta del ambiente sórdido del local, sólo había hispanos dejándose los dólares, Antonio y yo, y las chicas, que no eran modelos de nada precisamente. Antonio hablaba y yo, disimuladamente, no quitaba ojo a los personajes que por allí pululaban, una chica con aspecto de yonqui hacía un “lapdance” a un chico que parecía más joven que yo…
Está claro que todo tiene un precio y para algunos que alguna de sus fantasías o sueños se cumplan sólo vale unos pocos dólares.
Tuve una mejor sensación en Nueva Orleans esta vez así que tendré que volver a Roma algún día.
02/09/08 Somos unos flojos, no hay duda.
El día comenzó muy temprano con unas inmensas risotadas, tan grandes que yo apenas podía respirar y me dolía el estómago. Todo empezó cuando me levanté al baño a desbeber la cerveza de la noche. Estaba amaneciendo y al tirar de la cadena, o fluchar como dicen por aquí, empezaron a salir inmundicias y el váter comenzó a toser, como si estuviera atragantado… regresé a la habitación y comenté la buena nueva de la aparición y nacimiento inesperado. Quinín se levantó cual capitán América y prácticamente de un salto se metió en el baño, allí no paraba de sonar agua caer, yo ya no me aguantaba la risa… parecía el hundimiento del Bismark. De repente se hizo el silencio, se abrió la puerta del baño y un halo de luz marcaba una figura musculosa con brazos en jarra, estilo piterpán, que con una potente voz y sin duda llevado por un enorme complejo de culpa por lo que en aquella taza había acaecido, declamó: “Sois unos flojos…. Me cago en Rusia… no sabéis ni tirar de la cadena”. La risa me mataba, me quedaba sin aire.
Salimos de New Orleans y nos dirigimos al Delta; por el camino paramos en Fort Jackson, un lugar histórico que estaba cerrado, llegaron unas risas a cuenta de Gainsbourg y su Je T'aime Moi Non Plus que sonaba en el reproductor de CDS, Inma pagaba todas las bromas de macho, macho que allí se contaban.
La carretera 23 que lleva al Delta está llena de chatarra y ruinas post Katrina, es casi todo zona industrial y no encontramos ningún bar y llegamos al final de la carretera a Venice, un puerto pesquero y de recreación que poco tiene que ver con la Venecia europea, hubo cervezas y tapas, y no encontramos a nadie que nos alquilara un barco o nos diera una vuelta por toda aquella parte.
Ya nos marchábamos, cuando propuse que llegáramos al final de una carreterita que parecía que llevaba a otra parte industrial. Paramos a sacar unas fotos al punto más al sur de Louisiana cuando Inma se dio cuenta de que había unos chicos con una barca de esas que tiene una hélice enorme al aire que la desplaza. Se acercó a ellos y empezó a hacer aspavientos, vi a un tipo con una escopeta y me preocupé…. pero no era eso por lo que ella nos llamaba si no porque eran cazadores de caimanes y tenían tres en la barca, uno grande y dos más pequeños. Habló con ellos y se ofrecieron a darnos una vuelta rápida porque tenían que llevar los bichos al comprador, no me extenderé mucho en esto, sólo decirles que mi camiseta se llenó de barro del Mississippi, llevábamos protectores de oído, el aire deformaba nuestras caras, el agua nos salpicaba… ¡Qué subidón! Aquello fue increíble, nunca podremos pagarte eso, gallega.
El resto del día vino marcado por aquella experiencia, me puse al volante con la intención de encontrar el cruce de caminos donde Robert Johnson vendió su alma al diablo a cambio de ser el padre del blues… conduje por la autopista 61 (http://en.wikipedia.org/wiki/U.S._Route_61) , mítica por ser la que utilizaban los bluesmen de Louisiana para viajar desde el delta a otros estados para dar conciertos o cambiar de lugar de residencia; aquella misma en la que Bessie Smith tuvo un accidente de tráfico y murió desangrada porque el hospital al que la llevaron era sólo para blancos… en fin, que ni rastro del cruce de caminos, Robert Jonhson debe tener un gran cabreo conmigo, porque es la segunda vez en un mes en la que se me niega el contacto con la música triste.

Llegamos a Baton Rouge, una ciudad con un nombre precioso en francés pero feo, feo en español, Palo Rojo. Visitamos el Downtown, en el que está el capitolio que es el más alto de EE.UU., vimos el parque que rodea el Arsenal, otro edificio histórico, vimos los cañones y la campana de la libertad que había en el parque. Cuando posábamos para la foto volvieron a aparecer el ángel y el diablo; el diablo me dijo que las campanas están hechas para que alguien las toque, el ángel me dijo otra cosa pero no le pude oír. No lo pude evitar, le di un badajazo a la campana que hizo temblar el misterio. Paseamos por el river walk, vimos el destructor USS Kidd (desde fuera) y sacamos unas fotos al anochecer.

Buscamos hotel y nos fuimos a cenar a un Cracker Barrel, tardaron 31 minutos en poner la cena que además llegó incompleta, todo ello probablemente tendría que ver con que ese lunes era el día del trabajo en EE.UU. el servicio fue lento y desorganizado así que no hubo propina.
Volvimos al hotel hechos migas.
03/09/07 El amor se ha portado bien conmigo
Visitamos la parte de West Baton Rouge: un instituto con arquitectura Art Decó, la estatua de un general del ejercito que tenía un aspecto un poco extraño y algún edificio más de la zona.
El siguiente punto en el itinerario era Opelousas, un sitio donde encontramos a una familia muy agradable que nos habló de lo que se podía ver en el pueblo. Hacía mucho calor, un calor sofocante… de camino a Eunice, el siguiente pueblo escuchábamos un tema que le llega a especialmente a Quinin “Love has been good to me”.



He sido un trotamundos
He andado solo
Recorrí cientos de caminos
Y nunca hallé un hogar
A pesar de todo soy feliz
Verás, el motivo es que
De vez en cuando en la vida
El amor me ha tratado bien...
Había una chica en Denver
Antes de la tormenta de verano
Ah, sus ojos tiernos
Ah, sus brazos cálidos
Lograba alejar los truenos
Con su sonrisa
Y la lluvia con sus besos
Se ha ido con todo eso
Pero no van a oír quejarme...
He sido un trotamundos
He andado sólo
Recorrí cientos de caminos
Y nunca hallé un hogar
A pesar de todo soy feliz
Verás, el motivo es que
De vez en cuando en la vida
El amor me ha tratado bien...
Había una chica en Portland
Antes de la helada invernal
Solíamos irnos solos
A la montaña de octubre
Y ella lograba con su risa
Alejar las nubes oscuras
Y la nieve con su llanto
Si parece que fue ayer
Que regresé al camino...
He sido un trotamundos
He andado sólo
Recorrí cientos de caminos
Y nunca hallé un hogar
A pesar de todo soy feliz
Verás, el motivo es que
De vez en cuando en la vida
El amor me ha tratado bien...

Al entrar en Eunice el disco era “Proud Mary” de la Creedence Clearwater Revival. Eunice es un pueblo bonito, llamado así por una mujer http://eunice-la.com/story.html , pero había muy poca vida, quizá por ser festivo, quizá por el calor, quizá por que sí… no encontrábamos bar abierto. Al final topamos con el mejicano ‘La Hacienda’ donde dimos cuenta de cervezas y nachos a go-gó… y desde allí a un restaurante recomendado llamado “Mama’s Fried Chicken” donde probamos todas las delicias cajun que os podáis imaginar…
El siguiente pueblo era Kinder, un lugar donde Quinin tenía que hacerse una foto porque ese es el curso que da, una fricada como otra cualquiera… no comentaré lo que sucedió mientras tomaba esa foto, porque hay cosas que es mejor no contar.
A partir de allí silencio, lluvia y sensación de tarde domingo de invierno… llegamos a Houston a las 6.45 con 999 millas en el cuentamillas del coche.
Perdí el sombrero de flores que compré en Chicago, joder…

Chicago is my kind of razzmatazz

Cinco de agosto de dos mil siete
Querido diario:
Torcu nos llevó al aeropuerto, Torcu que debería haber venido con nosotros y que por enfermedad se retiró del camino. Tras unas dos horas de avión llegamos al aeropuerto O’Hare, un sitio muy mal señalizado y después de unas vueltas dimos con la furgoneta que nos llevaba a coger el coche de alquiler, el conductor era un tipo de Méjico muy hablador que nos contaba de la paella mientas el aire acondicionado nos congelaba.
El hotel está cerca del aeropuerto pero muy lejos del centro de Chicago, hoy tras dejar las maletas, ya con nuestro coche de alquiler, nos hemos acercado al downtown a hacer unas fotos. El paisaje que hemos visto es de monopoly, edificios muy altos en calles estrechas, me ha encantado el hecho de poder pasear, de ver gente en la calle, de encontrar monumentos relativamente antiguos… nos dio la noche y subimos al observatorio Hanckock, para poder ver Chicago de noche, hicimos tiempo yendo hasta el lago Michigan, el olor de ese agua es muy peculiar, como el de la que tomé aquí en el hotel cuando llegamos, me moría de sed pero creo que he cometido un craso error.
En el observatorio hay una vista indescriptible, menos mal que Quinin saca fotos sin parar, pero el lugar no esta preparado para fotógrafos, hay cristales que dan reflejo y el interior esta demasiado iluminado, hay rejillas de metal en las partes abiertas para recibir el aire de las alturas. Tengo mucho sueño, Quinin se ha dormido ya. Hasta mañana querido diario.

Seis de agosto de dos mil siete

Querido diario:
Estoy hecho polvo, hoy dejamos el coche en el parking de la estación del metro y nos hemos acercado al centro para evitar el no aparcamiento. Al principio nos costó encontrar las direcciones de los lugares que queríamos visitar, pero después llegamos a la oficina de turismo y allí nos armamos con mapas y folletos varios.
Nos acercamos al Millenium Park pero todo estaba tomado por los restos del festival de música Lollapalooza y por eso se veía a un montón de gente con camisetas que ponían Lolla, sí Lolla… de Lollapalooza.
La niebla fue cubriendo poco a poco la ciudad y por ello decidimos no ir a la torre Sears, así que nos acercamos a China Town, China Town, sí, de China y de Ton, perdón Town… allí miramos nuestros emails en la biblioteca y comimos muy bien, pero no fue el mejor día de Quinín.
De vuelta pasamos por la Union Station, una estación de tren preciosa que aparece en varias películas y en la canción de Willie Nelson ‘City of New Orleans’.


Paseamos por la ciudad todo un lujo para el que vive en Houston, vimos el planetario, el estadio de fútbol americano, el edificio de la ópera, la bolsa, el ayuntamiento… empezó a llover y ya no se podía ir a los lugares ni en transporte público, otro lujo de esta ciudad.
Cogimos el tren en la estación de Clark donde un doble de Spike Lee tocaba la guitarra y cantaba como los ángeles de Chicago. Cantaba tan bien que cuando terminaba la gente le aplaudía, increíble.
Voy en el tren escribiendo esto y tras unos cuarenta minutos ya hemos llegado al aparcamiento para recoger el coche.
Ahora son las once de la noche y estoy viendo en la tele la peli ‘Easy Rider’ hecha para simple lucimiento de Peter Fonda, antes vi el final de Bullit, el film de acción con menos diálogo de la historia. Me caigo de sueño, está lloviendo a mares y el gallego está muy callado, estoy pensando en el año que nos espera, está claro que la risa y la tristeza van paseándose por los barrios del mundo.

Siete de agosto de dos mil siete
Querido diario:
El desayuno en el hotel es de risa, el dueño, indio de la India, o paquistaní de Pakistán, no tiene platos, quiere que comamos la bollería del todo a cien encima de servilletas de papel… Si estuviera aquí Torcuato…
Durante la mañana, nos acercamos al museo Wright en el barrio de Oak Park, un lugar de ensueño, uno se da cuenta de la calidad de vida que ganas viviendo en una casa, la zona es preciosa, en este barrio nació Ernest Hemingway. El museo lo componen la casa del arquitecto Frank Lloyd Wright y su estudio de arquitectura, ambos con diseño de principio de siglo. El paseo estuvo muy bien pero la guía no era muy buena, hablaba bajo y rápido. El tipo era creativo, basándose en líneas rectas creo un estilo muy peculiar.
El día ha sido precioso, hacía un sol radiante así que tras comprar unas viandas porque el gallego moría de fame, nos dirigimos a la torre Sears para disfrutar de la vista aérea. De camino, en el metro, una negra le gritaba a alguien por teléfono que le devolviera su “fucking money”. Llegamos al Sears y la visita desde el skydeck es indescriptible, en las paredes hay murales con la historia de Chicago, se cuenta, por ejemplo, como comenzó el gran incendio que destruyó la ciudad en 1871: una vaca… una puta vaca le dio una patada a una lámpara de aceite con tan buena suerte que la casa de la dueña de la vaca ni siquiera ardió…
La torre Sears es el edificio más alto de EE.UU. pero como dice Quinin, no da tanta sensación de altura como los edificios altos de Nueva York, quizá porque New York City es New York City. Llamamos al Torcu pero no hubo respuesta.
Después nos acercamos al planetario para hacer las fotos que no se pudieron hacer ayer por la niebla, cruzamos media ciudad para tres instantáneas. De allí nos fuimos a la parte comercial del puerto, el ‘Navy Pier’, todo orientado al consumo familiar, se ofrecían cruceros por el lago en barcos que daban cena y música pero no barajamos la opción.
Seguimos paseando y haciendo fotos nocturnas, fuimos al House of the Blues, un local de música en vivo lleno de cuadros muy curiosos y muebles y barra del bar cubiertas con matrículas de coches, hubo llamadas telefónicas, baseball en TV y blues en directo… ¡joooooooooooooo! ¿Cómo pude defender este estilo musical e ignorar el flamenco durante tanto tiempo? Tras un par de cervezas regresamos al hotel y aquí estoy, me voy a dormir.

Ocho de agosto de dos mil siete
Querido diario:
El día comenzó pronto con una llamada de Dania desde el aeropuerto en Puerto Rico a las 6.47 AM, Dios me la bendiga, me preguntaba por un perfume que yo le había pedido en su día. Dejamos el hotel y nos dirigimos a los míticos estudios Chess de Chicago donde grabaran muchos de los artistas negros que influyeron en la musica occidental posterior, los propios Rolling Stones grabaron allí durante la etapa que más me gusta de ellos. Llegamos al Haven Blues y me llevé una gran decepción, estaba cerrado, sólo abren previa petición telefónica. Allí esperamos treinta minutos y conocimos a una pareja de Manchester que habían venido ex profeso a EE.UU. para ver los Chess y la Motown ¡Qué putada! Creo que el blues se ha tomado su venganza tras tanta crítica, joder… me está bien empleado.


Dijimos hasta la vista a Chicago y nos dirigimos a Michigan.
http://picasaweb.google.com/deputydude/Chicago

La hora del Ángelus, tras paradas en varios peajes, nos tocó en New Buffalo y allí en el restaurante Rancho Grande, hicimos dos grandes descubrimientos: uno la cerveza Dos Equis Ámbar y la otra un gran notición, hemos encontrado el carro robado a Manolo Escobar. Casi nada, después de treinta y ocho años dando la murga, los cabrones se lo llevaron desde El Ejido hasta Michigan, y el pobre hombre dando la vara todos estos años. Acojonante, la foto habla por sí sola.




El hambre no respetaba y paramos en un Cracker Barrel, comida casera de franquicia, después quisimos pasar por el downtown de Battle Creek e intentar ver el balneario, pero se puso a llover a mares. Todo alrededor de ese pueblo gira entorno a los Kellogg’s, el fabricante era de allí y el colegio, las calles, el estadio… llevan su nombre: Hill Keith Kellogg. La siguiente parada fue Marshalls donde Quinin sacó fotos bajo lluvia ligera que terminó siendo torrencial otra vez, me encantó la casa Honolulu una mezcla de arquitectura victoriana y hawaiana.
La carretera cansa, Quinin no ha parado de conducir todos estos días, las millas caen y no le salían las cuentas, discutimos sobre la posibilidad de ir o no a las cataratas del Niágara, yo quería, él no, pero ese era un sitio al que tenía que ir a cualquier precio tras haber perdido el museo del blues. Qué gran sorpresa cuando de repente me dice: No vamos a Detroit, vámonos a las cataratas; y a Canadá que tiramos. Llegué a estar algo enfadado con todo, Quinin está tocado anímicamente y llegué a pensar que deberíamos haber cancelado el viaje. Tardamos muy poco en cruzar la frontera, sorprendente que los de Canadá pasasen olímpicamente de nosotros, bien por ellos… pasamos y empezaron de nuevo las risas, ya no había millas sino kilómetros, pero seguían siendo cinco horas hasta las dichosas cataratas y tras mil kilómetros de conducción llegamos por fin a Niagara Falls, encontramos el hotel en el que el dueño era barbarroja, un tal Mohammed no se qué.
Mientras escribo esto, nos descojonamos con los comentarios de Quinin sobre las atracciones que anuncia un folleto del pueblo… Dios, más me vale que el sitio merezca la pena o estoy jodido, además Quinin acaba de nombrar a las orcas como los animales más cansinos del reino animal y les ha dado mis apellidos... en fin, me voy a dormir ya.

Nueve de agosto de dos mil siete
Querido diario:

Menos mal que esto ha sido impresionante, si no el gallego me hubiera matado después de no sé cuantos kilómetros. La parte natural es increíble, pasear por los alrededores del “hoyo” es indescriptible, belleza casi salvaje, ruido infernal de agua rompiéndose al caer, las rocas, el aire hecho gotas diminutas de agua… el resto es mercadería barata orientada a la masa estúpida. Atracciones para la familia, museos de cera, túneles del miedo, tren de la risa, tren de la bruja y la madre que los parió. Mereció la pena hacer mil kilómetros de ida para ponerse en la cola, comprar el billete y subirse al barco Maid of the Mist que te lleva al borde mismo de la caída del agua, el chubasquero de plástico que te dan te sirve para parar el agua que te cae encima, me quité la capucha y sentí el agua en la cara y en los pantalones que se calaron de rodilla para abajo.
Hoy llamó Torcu, por cierto que me encantó ver cabinas telefónicas.


Al entrar de nuevo en EE.UU. sonaba en la radio “Natural Woman” de Aretha Franklin, curioso cuando entrábamos en Canadá sonaba “Your love is a like a see saw”, cosas de canciones… pensaba en qué hacer porque había perdido el papel del pasaporte, el que tienes que grapar, el dichoso I 94, vino conmigo pero no salió del hotel de Chicago… el caso es que en la radio digital sonaba una canción de Elton John “Saturday Night is Alright for Fighting” que suena muy similar a un tema de Burning: “Rock and Roll Mama”.
Joaquín tenía todo en regla, a mí me tuvieron una hora y media haciendo preguntas y esperando hasta que lo imprimieron, me tomaron las huellas y me sacaron una foto, se nos esfumaron dos horas, dos horas de responder preguntas hechas por un policía muy enfadado… cuando volvimos al coche vimos que los de la “migra” habían registrado todas las maletas, todas y cada una de ellas. En fin…
De vuelta a Detroit hemos dado un paseo por la ciudad y la verdad es que parece bastante decadente, he leído los emails en el hotel, uno me ha puesto muy contento y el otro me ha entristecido mucho, me espera la Motown, la tengo ahí….

Diez de agosto de dos mil siete

Querido diario:
Hoy amaneció con una sola idea en mi cabeza, el museo Motown/Hitsville, fuimos directos al sitio al que habíamos ido ayer para saber donde estaba. Al lado justo hay una funeraria y mientras esperábamos a que nos abriesen (empecé a sospechar que nos ocurriría lo mismo que en Chicago) mirábamos un entierro de alguien negro, los ropajes eran los de una boda negra, colores, sombreros extraños, camisas de color oro…
El museo Motown es acojonante si tienes idea de lo que vas a ver, de los guías que nos explicaban las diferentes salas se puede decir que un buen orador hace de cualquier cosa algo interesante, el tipo negro era genial, GENIAL, el mariquitusi un paquete. En la casa, porque es lo que es, una casa, había fotos de familia, portadas de discos, discos de los diferentes sellos que Berry Gordy Jr. creó (Ecology, Soul, Gordy…) para que pusieran a sus artistas sin parar en las radios cuando había aquella norma de poner más de tres veces canciones del mismo sello… la familia Gordy eran auténticos genios, pero Berry en particular adaptó a su sello de grabación todo lo que aprendió en las cadenas de montaje de automóviles en las que trabajó. Genial, el estudio estaba abierto 24 horas al día, las ideas para buenas canciones no suelen aparecer de 9 a 5, así que cuando alguien del vecindario (normalmente) se acercaba por allí con una idea, la cadena de producción comenzaba.
El guía negro nos enseñó un invento de un tipo de dieciocho años, en la planta de arriba de la casa habían hecho un agujero cuadrado en el techo que daba a la buhardilla para que los cantantes hicieran las voces debajo de él y sirviera de enorme caja de resonancia… ¡viva la Motown! También nos explicó que de una depresión inmensa provocada por la muerte de su compañera de escenario y de vida, y de las cartas de su hermano desde Vietnam, Marvin Gaye compuso quizá el LP de soul más conocido de la historia: “What’s going on?”
Quería comprar unos souvenirs para Torcu (al que llamé desde allí, necesitaba compartir ese momento con él) y para Molano pero la tienda es una basura, no hay nada bonito, no había una sola camiseta que poder llevar a las amistades. http://www.motownmuseum.com/mtmpages/

Después nos encaminamos a Detroit centro ciudad creyendo que iba a ser algo feo, pero nos llevamos una sorpresa muy agradable. En el people mover, un tren eléctrico elevado que cuesta cincuenta centavos y que te pasea por todo el centro del centro tuvimos una idea general del down town, visitamos el teatro Fox, el estadio de los Tigers, iglesias… Detroit es la capital mundial del automóvil, y claro comimos en el edificio GM donde nos subimos en todo tipo de vehículos… me fui con una sensación muy agradable de Detroit, en una nube que no me permitió ver si el gallego estaba bien o mal, yo sólo tenía en mente lo que había visto en Hitsville, los trajes de los Temptations, el estudio de grabación… mitómano que es uno.
Como hemos acabado aquí, no lo sé… el caso es que estamos haciendo noche en Toledo, Ohio, un lugar del que se cachondea John Denver en una de sus canciones… mi vecino Casey y Morales llamaron por teléfono, y ambos se partían de la risa al saber dónde estábamos… mientras paseábamos por el desierto de soledad que este lugar y tomaba fotos, Quinin cantaba el tema una vez y otra, descojonandose de risa… yo pensaba que quizá a los de este pueblo no les gustase esa coña y nos podían tirar un tablón desde una ventana. Era sábado por la tarde y no se veía a nadie en la calle. Encontramos hotel, algo lejos, dejamos los bártulos y salimos a cenar y a tomar una cerveza, vimos que había partido de baseball los Mud Hens jugando contra no sé quien... Cenamos y tomamos algo en un pub irlandés que era bastante malo, las chicas de por aquí son muy guapas, eso sí, seguimos con las risas de Toledo y yo hablé con una camarera a cuenta de mi cigarrillo de plástico.
Ha sido un día muy intenso, me voy a dormir tengo mucho sueño... Saturday night in Toledo Ohio…


Saturday night in Toledo Ohio
Is like being nowhere at all
All through the day, how the hours rush by
You sit in the park, and you watch the grass die

Oh, but after the sunset, the dusk and the twilight
When shadows of night start to fall
They roll back the sidewalks precisely at ten
And the people who live there are not seen again.

Just two lonely truckers from Great Falls, Montana
And a salesman from places unknown
All huddle together in downtown Toledo
To spend their big night all alone

You ask how I know of Toledo, Ohio,
Well, I spent a week there, one day
They've got entertainment to dazzle your eyes
Go visit the bakery and watch the buns rise

Oh, but let's not forget that the folks of Toledo
Unselfishly gave us the scale
"No springs, honest weight."
That's the promise they made
So smile and be thankful next time you get weighed

And live and let live
Let that be our motto
Let's let the sleeping dogs lie

And here's to the dogs of Toledo, Ohio
Ladies, we bid you goodbye.


http://picasaweb.google.com/deputydude/Detroit

Once de agosto de dos mil siete
Querido diario:
Ya no sé si te quiero o te odio más. Hoy ha sido un día muy completo en lo cultural, tras el desayuno nos acercamos a Perrysburg donde había una exposición de coches antiguos. Fue como un viaje en el tiempo, por curiosidad medimos un Cadillac… sólo seis metros por dos y medio. El museo de arte de Toledo, Ohio, es sorprendente muy completo, hay cuadros de Velázquez, Goya, Monet, Cezanne, el Greco, Van Gogh… incluso hay un claustro de un monasterio francés… además de una exposición del artista gráfico “favorito” de Antonio Molano, Andy Warhol.
Después del museo nos pasamos por la iglesia de Nuestra Señora del Santo Rosario, de estilo plateresco, una belleza arquitectónica norteamericana.
Tras una comida en Waffle House servida por una camarera de risa muy tonta pero dulce como ella sola, cogimos la carretera 20A y empezamos a conversar sobre la tendencia natural del ser humano a la sodomía, bien sea figurada o real; también sobre la inutilidad de las moscas, en mi opinión el animal más cansino del reino, porque al menos el mosquito jode, pero es para comer y la mosca sólo da por saco. Quinin reía triste.
El sueño de sobremesa nos podía y encontramos el lugar más tranquilo del mundo para una siesta, el cementerio del pueblo de Burlington, soledad y silencio, sueño profundo hasta que el teléfono de Quinin lo jodió todo. Arrancamos y Quinin seguía conduciendo, el paisaje era muy bonito, graneros abandonados, granjas, pastizales… en una de las sesiones de fotos paró un motero y se ofreció a hacernos una al lado del cartel de Ohio… “A que nos roba la cámara…” – pensé enseguida- así que para asegurarme de que teníamos pruebas en caso de que ocurriera le saqué dos fotos a la matrícula de su motocicleta… así soy de listo, al final Quinin le dijo que pusiera la moto a nuestro lado y al menos nos aseguramos de que no nos la iba a robar y salir disparado en su Harley.
Vinieron muchas risas a cuenta de mi idea de asegurarme las pruebas, si se hubiera llevado la cámara las fotos se hubieran ido con ella.
Vimos muchos Amish, muchos, en las cercanías de un pueblo llamado La Grange, nos acercamos a una atracción turística llamada Amish Acres, que no era más que una serie de salas de exposición y un restaurante, con discoteca incluida, más falso todo que esos pub irlandeses de Madrid que tanto me gustan…
Por fin llegamos a Michigan City, hemos tomado un par de cervezas en los bares más cutres del mundo, con ambiente selecto y camareras desdentadas, no pudimos encontrar un restaurante abierto y yo me negué a comer en aquellos lugares. Uno de ellos se llamaba Sportman’s Bar, traducción perfecta para un lugar mítico del Madrid de los 90, el Hogar del Deportista, qué gran bar aquel, Dios…
Esta noche a dormir con hambre.

Doce de agosto de dos mil siete
Querido diario:
Ya estamos en el aeropuerto de Chicago, tras un atascazo impresionante y 1.543 millas (2.482 kilómetros) de coche que se ha hecho Quinin.
Amanecimos en el pueblo más feo del mundo, su paisaje parece el de Springfield de los Simpson, sólo que aquí hay una central térmica que se ve desde cualquier sitio, incluso desde el parque natural de Indiana Dunes, con una playa al lado del lago por la que caminé descalzo, algo que no hacía desde que fui a los Cayos…
Se nos echaba el tiempo encima así que cogimos la carretera 80/90 con dirección a Chicago y de camino iba pensando en el documental sobre Cat Stevens que habíamos visto en el hotel y en un telepredicador preparadísimo que hablaba sobre religión y ciencia.
Esperamos para embarcar, hasta la próxima.

Robinson Rodríguez Duque