Wednesday, September 19, 2007

Sois unos flojos, no sabéis ni...

08/31/07 Unos son pacientes por el sustantivo paciencia, otros por el verbo pacer.
El día en el colegio acabó con acusaciones que involucraban papeles y matrimonio y que se yo cuantas cosas más… y en casa mientras ultimábamos los preparativos Quinin y yo cantábamos ‘Gavilán o paloma’ la tarde no empezaba con muy buen pie.


Quinín, Antonio, Inma y servidor salíamos de viaje sin rumbo a Louisiana, a las 18.00, a los cuarenta minutos me empezaron a entrar dudas existenciales sobre la superioridad e inferioridad intelectual, la fuerza física, la ley de la gravedad… convinimos en elegir un CD cada uno para que no se monopolizara el asunto musical, pero me estoy haciendo mayor y más intolerante, y pronto me di cuenta de que no debo hablar de música nunca.
Las millas iban cayendo y llegamos a Lake Charles, donde vimos con asombro un anuncio de un concierto de Willie Nelson en un mes y medio, llovía y mucho, así que paramos en un bar para un refrigerio a base de grano de cebada y agua. En aquel bar había muy poca gente pero muy amistosa; a los pocos minutos, mientras yo pensaba en el sentido de la vida y en la educación recibida y no recibida, Antonio con su labia natural hacía amistades con una rubia sentada en la barra cuyo novio estaba, sin nosotros saberlo, en el baño. Llegó una segunda ronda de Shiner Bock, las lenguas se desataban, de la pareja del bar supimos que él había estado en España varias veces, incluso que había ido a los sanfermines… Wade hablaba con Inma, yo me retiraba enojado de la barra porque Quinín quería contra una intimidad que acabaría con mito… “!NO!” -grité,- “bastante tuve ya con descubrir que los reyes magos son los padres, no quiero tener otro shock…” las risas salieron del establo, algunas se desbocaron.
Y todo se salió de madre cuando en el bar aparece un tipo con la figura más extraña del mundo, un tío al que Quinín bautizó como Luis Fernández Ánfora, el hombre con las orejas más abiertas del reino animal racional e irracional, la foto era obligada, Quinín disparó mientras Terry, que así se llamaba el personaje, hablaba con Antonio.
Terry tiene la particularidad de ser feo, feo y de disparar litros de saliva cuando habla, el jolgorio se hacía más intenso, nos lo íbamos pasando de unos a otros para quitárnoslo de encima. El tipo quería llevarnos a cenar al restaurante cuya cocina trabajaba, hasta que, ya algo cargados, le dijimos que sí, que iríamos. Aprovechando que se había dejado las gafas encima de la mesa y que se lo había recordado, salimos corriendo hacia el coche y nos fuimos a toda prisa. Reíamos y reíamos a cuenta del pobre Terry sin saber la que nos esperaba.
Quinín condujo por algunas calles hasta que llegamos a un restaurante abierto, los chicos entraron en él y ¿A quién se encontraron? Sí, a Terry que estaba sentado en la mesa esperándonos… ironías del destino, la cocina del restaurante ya estaba cerrada, así que acabamos yendo a un Waffle House. Desde allí al hotel y desde el hotel a un bar donde vimos la acumulación de chicas más guapas de todo el viaje, no sólo bellas sino elegantes, demasiado elegantes para un pueblo como Lake Charles, quizá.
09/01/07 La presencia no es sólo estar presente.
Tras una noche movidita y un desayuno de cuarto de tenedor empezamos viaje por la carretera 90 que va paralela a la autopista I 10. Seguíamos con la rotación de CDS, Antonio tenia un triple disco con las canciones de nuestras vidas, una recopilación con canciones de todas las décadas y estilos, recopiladas por un programa de TVE.
Salió la flema gallega, salió justo cuando Camilo Sesto cantaba como un ángel “Algo de mí” cuando a unos cien kilómetros por hora Quinín bajó la ventanilla, saca medio cuerpo y se puso a gritar: “!!Cultura Cajun!! !!TOOOOOMA!!” y entonces llegaron unos sonoros cortes de manga y un: “!!JOODEEEEEEEEOS!!” Y después cantó esos versos tan bellos y que tan a tiempo llegaron: “Te vas amor pero te quedas porque formas parte de mí”.

El paisaje era más bien feo, pasamos por Lafayette downtown con más pena que gloria y llegamos a uno de los pueblos de la ruta, New Iberia, un pueblo formado por malagueños hace unos cuatrocientos años, curioso; el periódico local se llama The New Iberian. Allí paramos en un bar de diseño, un sushi bar, y desde allí, tras una cerveza Abita (la cerveza de Louisiana) llegamos al Tampico Mexican Restaurant, donde comimos y fuimos atendidos por una amable señorita de color llamada Latoya.
Oí su nombre mientras los demás hablaban y entonces un ángel salio de detrás de mi hombro derecho y un demonio del izquierdo…. “Latoya…, ese nombre suena igual que otra palabra de la que ahora no me puedo acordar…”. Mascaba el bromazo mientras masticaba la enorme y deliciosa ensalada que estaba engullendo. “¿Habéis oído como se llama la camarera? La ostia, se llama Lapolla…” y empezaron las risas disimuladas al principio y la carcajada abierta al final cuando Inma, muy educadamente, le preguntó a la chica cómo se llamaba… y ella respondió: “My name is Latoya” e Inma, educada de nuevo y mordiéndose la lengua le dijo: “Oh, that is such a nice name…” a partir de ese momento la comida no supo igual. Salimos de allí con barriguitas llenas y corazones contentos, a mi me dolía la mandíbula de la risa.
Uno de los puntos marcados en la ruta, la fábrica de Tabasco no se pudo hacer y todavía desconozco el por qué, así que cogimos carretera y manta (de agua) e Inma y servidor comenzamos a hablar de música, mientras Antonio dormía y Quinín vivía en un silencio demasiado atronador para ser sólo una modorra de sobremesa. No paraba de llover y estaba oscureciendo así que decidimos no ir al delta del Mississippi ese día y hacer noche en Nueva Orleans, había prometido no volver más y allí estaba de nuevo.
Hicimos la ruta habitual por NOLA y acabamos escuchando soul/funk en el Studio 554, donde una mujer muy bebida y con pamela sacó a bailar a Inma… ese sábado se celebraba el día del orgullo gay, fueron varios los que se me acercaron a decirme “Hola ¿Qué tal?” y hubo algún que otro guiño de ojo izquierdo, ante el cachondeo general de los otros tres compañeros de viaje.
Me quedé muy sorprendido cuando vi a Jesús Jerónimo allí, con unos pantalones tiroleses y unos tirantes, y nada más que eso realmente. En cierta ocasión me comentó que quería ir a New Orleans, y al verlo allí me dije: “Joder, Jesús… ¿Tú también?” me acerqué y entonces por su voz me di cuenta de que no era él, era un tipo exactamente igual, dos gotas de agua. Tuve una cierta sensación de alivio.
Quinín se dio cuenta de que eran mujeres policías las que cuidaban a las hordas de gays, como él mismo dijo para evitar situaciones como: “Agente… voy a ser un chico muy malo para que me aporree….” En fin.
Cumplí uno de mis sueños, entrar en un lugar de topless donde las chicas bailan en barra vertical, era mi primera vez y pronto me di cuenta del ambiente sórdido del local, sólo había hispanos dejándose los dólares, Antonio y yo, y las chicas, que no eran modelos de nada precisamente. Antonio hablaba y yo, disimuladamente, no quitaba ojo a los personajes que por allí pululaban, una chica con aspecto de yonqui hacía un “lapdance” a un chico que parecía más joven que yo…
Está claro que todo tiene un precio y para algunos que alguna de sus fantasías o sueños se cumplan sólo vale unos pocos dólares.
Tuve una mejor sensación en Nueva Orleans esta vez así que tendré que volver a Roma algún día.
02/09/08 Somos unos flojos, no hay duda.
El día comenzó muy temprano con unas inmensas risotadas, tan grandes que yo apenas podía respirar y me dolía el estómago. Todo empezó cuando me levanté al baño a desbeber la cerveza de la noche. Estaba amaneciendo y al tirar de la cadena, o fluchar como dicen por aquí, empezaron a salir inmundicias y el váter comenzó a toser, como si estuviera atragantado… regresé a la habitación y comenté la buena nueva de la aparición y nacimiento inesperado. Quinín se levantó cual capitán América y prácticamente de un salto se metió en el baño, allí no paraba de sonar agua caer, yo ya no me aguantaba la risa… parecía el hundimiento del Bismark. De repente se hizo el silencio, se abrió la puerta del baño y un halo de luz marcaba una figura musculosa con brazos en jarra, estilo piterpán, que con una potente voz y sin duda llevado por un enorme complejo de culpa por lo que en aquella taza había acaecido, declamó: “Sois unos flojos…. Me cago en Rusia… no sabéis ni tirar de la cadena”. La risa me mataba, me quedaba sin aire.
Salimos de New Orleans y nos dirigimos al Delta; por el camino paramos en Fort Jackson, un lugar histórico que estaba cerrado, llegaron unas risas a cuenta de Gainsbourg y su Je T'aime Moi Non Plus que sonaba en el reproductor de CDS, Inma pagaba todas las bromas de macho, macho que allí se contaban.
La carretera 23 que lleva al Delta está llena de chatarra y ruinas post Katrina, es casi todo zona industrial y no encontramos ningún bar y llegamos al final de la carretera a Venice, un puerto pesquero y de recreación que poco tiene que ver con la Venecia europea, hubo cervezas y tapas, y no encontramos a nadie que nos alquilara un barco o nos diera una vuelta por toda aquella parte.
Ya nos marchábamos, cuando propuse que llegáramos al final de una carreterita que parecía que llevaba a otra parte industrial. Paramos a sacar unas fotos al punto más al sur de Louisiana cuando Inma se dio cuenta de que había unos chicos con una barca de esas que tiene una hélice enorme al aire que la desplaza. Se acercó a ellos y empezó a hacer aspavientos, vi a un tipo con una escopeta y me preocupé…. pero no era eso por lo que ella nos llamaba si no porque eran cazadores de caimanes y tenían tres en la barca, uno grande y dos más pequeños. Habló con ellos y se ofrecieron a darnos una vuelta rápida porque tenían que llevar los bichos al comprador, no me extenderé mucho en esto, sólo decirles que mi camiseta se llenó de barro del Mississippi, llevábamos protectores de oído, el aire deformaba nuestras caras, el agua nos salpicaba… ¡Qué subidón! Aquello fue increíble, nunca podremos pagarte eso, gallega.
El resto del día vino marcado por aquella experiencia, me puse al volante con la intención de encontrar el cruce de caminos donde Robert Johnson vendió su alma al diablo a cambio de ser el padre del blues… conduje por la autopista 61 (http://en.wikipedia.org/wiki/U.S._Route_61) , mítica por ser la que utilizaban los bluesmen de Louisiana para viajar desde el delta a otros estados para dar conciertos o cambiar de lugar de residencia; aquella misma en la que Bessie Smith tuvo un accidente de tráfico y murió desangrada porque el hospital al que la llevaron era sólo para blancos… en fin, que ni rastro del cruce de caminos, Robert Jonhson debe tener un gran cabreo conmigo, porque es la segunda vez en un mes en la que se me niega el contacto con la música triste.

Llegamos a Baton Rouge, una ciudad con un nombre precioso en francés pero feo, feo en español, Palo Rojo. Visitamos el Downtown, en el que está el capitolio que es el más alto de EE.UU., vimos el parque que rodea el Arsenal, otro edificio histórico, vimos los cañones y la campana de la libertad que había en el parque. Cuando posábamos para la foto volvieron a aparecer el ángel y el diablo; el diablo me dijo que las campanas están hechas para que alguien las toque, el ángel me dijo otra cosa pero no le pude oír. No lo pude evitar, le di un badajazo a la campana que hizo temblar el misterio. Paseamos por el river walk, vimos el destructor USS Kidd (desde fuera) y sacamos unas fotos al anochecer.

Buscamos hotel y nos fuimos a cenar a un Cracker Barrel, tardaron 31 minutos en poner la cena que además llegó incompleta, todo ello probablemente tendría que ver con que ese lunes era el día del trabajo en EE.UU. el servicio fue lento y desorganizado así que no hubo propina.
Volvimos al hotel hechos migas.
03/09/07 El amor se ha portado bien conmigo
Visitamos la parte de West Baton Rouge: un instituto con arquitectura Art Decó, la estatua de un general del ejercito que tenía un aspecto un poco extraño y algún edificio más de la zona.
El siguiente punto en el itinerario era Opelousas, un sitio donde encontramos a una familia muy agradable que nos habló de lo que se podía ver en el pueblo. Hacía mucho calor, un calor sofocante… de camino a Eunice, el siguiente pueblo escuchábamos un tema que le llega a especialmente a Quinin “Love has been good to me”.



He sido un trotamundos
He andado solo
Recorrí cientos de caminos
Y nunca hallé un hogar
A pesar de todo soy feliz
Verás, el motivo es que
De vez en cuando en la vida
El amor me ha tratado bien...
Había una chica en Denver
Antes de la tormenta de verano
Ah, sus ojos tiernos
Ah, sus brazos cálidos
Lograba alejar los truenos
Con su sonrisa
Y la lluvia con sus besos
Se ha ido con todo eso
Pero no van a oír quejarme...
He sido un trotamundos
He andado sólo
Recorrí cientos de caminos
Y nunca hallé un hogar
A pesar de todo soy feliz
Verás, el motivo es que
De vez en cuando en la vida
El amor me ha tratado bien...
Había una chica en Portland
Antes de la helada invernal
Solíamos irnos solos
A la montaña de octubre
Y ella lograba con su risa
Alejar las nubes oscuras
Y la nieve con su llanto
Si parece que fue ayer
Que regresé al camino...
He sido un trotamundos
He andado sólo
Recorrí cientos de caminos
Y nunca hallé un hogar
A pesar de todo soy feliz
Verás, el motivo es que
De vez en cuando en la vida
El amor me ha tratado bien...

Al entrar en Eunice el disco era “Proud Mary” de la Creedence Clearwater Revival. Eunice es un pueblo bonito, llamado así por una mujer http://eunice-la.com/story.html , pero había muy poca vida, quizá por ser festivo, quizá por el calor, quizá por que sí… no encontrábamos bar abierto. Al final topamos con el mejicano ‘La Hacienda’ donde dimos cuenta de cervezas y nachos a go-gó… y desde allí a un restaurante recomendado llamado “Mama’s Fried Chicken” donde probamos todas las delicias cajun que os podáis imaginar…
El siguiente pueblo era Kinder, un lugar donde Quinin tenía que hacerse una foto porque ese es el curso que da, una fricada como otra cualquiera… no comentaré lo que sucedió mientras tomaba esa foto, porque hay cosas que es mejor no contar.
A partir de allí silencio, lluvia y sensación de tarde domingo de invierno… llegamos a Houston a las 6.45 con 999 millas en el cuentamillas del coche.
Perdí el sombrero de flores que compré en Chicago, joder…

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