Mujeres (y XII): Arianne

Inteligencia y belleza tienen género femenino, al igual que ambición y complejidad.
Arianne era una cuarentona de ensueño, poderosa, llamativa y dura como un diamante, pero a la vez delicada y con un amar tan dulce como el agua de la luna llena reflejada en un oasis.
Arianne podía ser escurridiza y fría cuando tenía que serlo (que por otra parte, era casi todo el tiempo) y cuando más querías estar con ella más te quedabas a la espera, con las manos en los bolsillos buscando un algo en ellos que nunca acababas de encontrar.

Y es que su vivir tenía un halo de secretismo que era llevado al extremo. Igual que una espía nunca sabías si iba o venía, si le interesaba o se aburría, si le agradaba tu compañía o te hacía un favor... Y es que su vida era más que un secreto para todos los que formaban parte de ella y eso la hacía aún más irresistible; porque como si de un juego infantil se tratase, empezabas a imaginar que era una agente del servicio secreto británico que amanecía en Oslo y cenaba en Lisboa el mismo día; o que se relajaba montando a caballo o practicando tiro con arco mientras uno estaba sentado delante del ordenador intentando romper la rutina diaria del trabajo, sintiéndote una absoluta nada, ideando las aventuras que Arianne estaría viviendo en aquel momento.
Arianne te llevaba a las estrellas en media hora y después te hacía caer desde ellas como si fueras una pluma de flamenco, en un sueño sobrenatural, tranquilo y felino que parecía durar días.

Nada así se puede describir, y lo único que uno realmente podía hacer era desear, incluso ir a la iglesia a pedir, que Arianne se visitiese de diosa Fortuna y escogiese un día para pasarlo contigo. Y cuando aquello ocurría le dabas gracias a Natura por haberte elegido para ser hombre.

Mr. Blue