Tuesday, March 06, 2007

Cambio de aires

Llevaba esperando aquel momento meses, hacía seis en concreto que ella se había marchado, como dijo, para no volver. Él no se hacía a la idea de tener que vivir separado de la mujer a la que tanto amaba y por más vueltas que le daba prefería dejar toda su vida y marcharse a donde ella estaba. No sabía lo que tardaría en encontrarla o qué cara pondría al verle, pero sí tenía una idea aproximada de cómo llegar y dejaría que su corazón hablara sin que las palabras pasaran por aquella cabeza de chorlito que había hecho sufrir tanto a los dos.
Era la primera vez que se enfrentaba a las alturas, los vuelos le acongojaban, pero allí estaba decidido a dar el salto y llegar a ella, el precio a pagar sería inmenso: amigos, familia, trabajo, facturas, el coche, la colección de discos, el scalextric, el club de cocina… todo daba igual, sabía lo que quería, no era una decisión alocada ni a medias como las que había tomado otras veces cuando ella estaba todavía allí. Sabía que la amaba, que quería estar a su lado y que el resto era un añadido. Ni siquiera se había puesto elegante, se acababa de dar cuenta justo en aquel momento en el que esperaba de pie, nervioso, para tomar su vuelo, jugando con la cruz de plata que colgaba de su cuello. Ahora muchos entenderían por qué decidió tatuarse Arminda en el pecho, sí, aquel nombre tan raro que ella tenía pero con aquel significado tan bello, lo entenderían aunque hubiese sido a destiempo y ya no tuviese mucho sentido, quizá ahora le gustase verlo… Pensaba en que a todos sus amigos, conocidos y compañeros de trabajo les sorprendería lo extraño de su decisión, pero el caso es que estaba tomada y nadie se daría cuenta de su falta hasta al menos la mañana siguiente. Se acordó de que ni siquiera había quitado la alarma del reloj despertador y de que no había cerrado la ventana de la habitación, llevaba tanto tiempo sin hacer la cama que abrir la ventana significaba que la vida de aquel cuarto se renovase. Tenía bemoles que precisamente ese día, para matar el tiempo, hubiese hecho la cama, cosas de esas extrañas que a uno le salen sin darse cuenta y, claro, la dichosa ventana se quedó abierta… se sonrió mientras seguía acariciando el crucifijo pensando en el paso que iba dar, precisamente el día en que se cumplían seis meses de que ella hubiese salido de su vida para siempre. Respiró profundamente, cerró los ojos, los volvió a abrir, apretó los puños y tomó su vuelo.
Eusebio se lanzó al vacío desde la azotea del edificio en el que vivía en la 47E; a la mañana siguiente la noticia ni siquiera apareció en los periódicos.

Carlos R. Duque

2 comments:

Kurotora said...

Efectivamente, ha empeorado el estilo. Tus historias han terminado siendo una tirereta de reproches y autoreproches. Te dara' mucha satisfaccion escribirlos, pero al lector le cansan que no veas. Por que'? Porque escribes para ella. El dia que no lo hagas, tu calidad literaria se disparara'.

Recomendacion: Diwan al Kitaab al Majnoon Layla (Loco por Layla, Obras completas. Ed. Hiperion, creo recordar).

Con carino,

Kurotora

Anonymous said...

Oye... este es diferente. Tiene su aquel! :)