Houston, 2 de junio de 2007
Querida Chilanga:Gracias por haberme recogido del suelo tantas veces, por curarme las heridas de las manos y de las rodillas, por haberme quitado la arena de los ojos y haberme sacado el polvo de la nariz. Gracias por haber puesto mi cabeza en tu pecho cuando estaba en la inconsciencia, por haber entendido lo incomprensible, por las pastillas de alegría que no sirvieron como antídoto para el líquido negro de mis venas, gracias por el tequila de su boca, la sal de sus labios y el limón de su indiferencia aquel día.
Gracias por el pozole, por los chilaquiles que comimos en aquella casa tan bonita, por la tinga en tostada hecha con la carne que deshebramos juntos y de la que repetí tres veces, por los chicharrones, por los tamales de Doña Tere, por explicarme cada vez que no la entendía, por llevarme a los jaripeos a pesar de que le gustasen, por enseñarme a bailar norteño y pasear conmigo por las pulgas.
Gracias por soportar mi veneno, ese mismo con el que enfermé al morderme la lengua hace ya casi dos años, por aceptar lo inaceptable, por reírse de mí cuando olía a borracho, por emosionarse cuando le llamaba indiesita en lugar de abofetearme. Gracias por estar a mi lado cuando siempre me quedaba dormido, por aceptar que soy un enfermo que no quiere tomar medicinas, por llevarme del brazo cuando estaba bien tomadito, por ponerse en contra de todos cuando le decían que era un español y no un mejicano correoso, por haberme llamado pinche cabrón por no saber que chingados quería de mi vida, esa misma que usted salvó una vez sin saberlo.
No puedo más, lindura, no puedo con esto. Qué le vaya muy bonito, ya sabe que no me queda mucho, que ya no tengo fuerzas para nada que no sea hacerme daño y no se me cierra la herida por más que la intenta usted curar, no se me cierra y no puede seguir de enfermera por siempre.
Gracias por el pozole, por los chilaquiles que comimos en aquella casa tan bonita, por la tinga en tostada hecha con la carne que deshebramos juntos y de la que repetí tres veces, por los chicharrones, por los tamales de Doña Tere, por explicarme cada vez que no la entendía, por llevarme a los jaripeos a pesar de que le gustasen, por enseñarme a bailar norteño y pasear conmigo por las pulgas.
Gracias por soportar mi veneno, ese mismo con el que enfermé al morderme la lengua hace ya casi dos años, por aceptar lo inaceptable, por reírse de mí cuando olía a borracho, por emosionarse cuando le llamaba indiesita en lugar de abofetearme. Gracias por estar a mi lado cuando siempre me quedaba dormido, por aceptar que soy un enfermo que no quiere tomar medicinas, por llevarme del brazo cuando estaba bien tomadito, por ponerse en contra de todos cuando le decían que era un español y no un mejicano correoso, por haberme llamado pinche cabrón por no saber que chingados quería de mi vida, esa misma que usted salvó una vez sin saberlo.
No puedo más, lindura, no puedo con esto. Qué le vaya muy bonito, ya sabe que no me queda mucho, que ya no tengo fuerzas para nada que no sea hacerme daño y no se me cierra la herida por más que la intenta usted curar, no se me cierra y no puede seguir de enfermera por siempre.
Gracias por haberme entendido.
Con todo el cariño,
Carlos Rodríguez Duque
Carlos Rodríguez Duque
2 comments:
Al parecer era una chica que valia la pena,es una lastima que no la hayas valorado.Dios te de la paz que necesitas,y no permita que lastimes asi a ninguna otra chica.
Pues un hombre lastimado.... asi,deberia recuperarse,en lugar de lamentarse..
Rocio.
5/6/07 12:24 PM
Rocío, la valoro, me salvó la vida eso no se puede decir muy a menudo y en esta ya me ha pasado dos veces. pero mira, no se puede edificar si los cimientos están tocados. no es que ame a otra persona es que la odio, una diosa a veces, una puta la mayoría, se llama fortuna y me tiene harto. hasta que no me vuelva a hablar tengo que desaparecer, la mayoría de textos están dedicados a ella, a esa mujer y no a nadie más salvo el primero, que está inspirado y escrito para alguien, exactamente como me pasó con la carta para nuestra chilanga, la de nuestro corazón. en efecto, ojalá el hijo de puta de ahí arriba me de la paz que necesito alguna vez.
gracias por el comentario. aunque no lo creas te aprecio mucho y me pareces una mujer bien interesante e instruída, aquel día que me invitastéis a los chilaquiles disfruté mucho charlando contigo.
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