Sólo los buenos ingenieros son capaces de hacer que un proyecto que se apoyaba en cuatro pilares acabe descansando exclusivamente sobre dos y que además tenga un aspecto estupendo.
El sábado salimos de Houston a las 8.00 AM Joaquín y servidor, servidor con dos horas de sueño, llegué a casa y la encontré vacía. Estuve en la piscina compartiendo compañía, volví a casa a las 5.00AM y la casa seguí vacía… vacío, vacío, vacío.
De camino hicimos la primera foto al lado de una señal de trafico que decía: “No recoja autostopistas – Prisión cercana”, ya empezamos con las risas, esas mismas que nos llevaron a un chiste un poco privado: la hora del Ángelus particular de Quinín y de este que escribe es a las 12.00 PM, claro, pero santificamos las fiestas con una cerveza y picando algo. De esta cabeza de cantamañanas salió algo así:
“Quinín, esta hora del Ángelus va a ser como si te pasase en el Vaticano...”, las risas inundaron el Mercury del gallego que replicó: “Sí, es como si fueras caminando por Via Della Conziliacione y te acercas a rezarla a la Plaza de San Pedro…” todo esto porque el plan que teníamos era visitar Shiner, un pueblo entre Houston y San Antonio donde está la fábrica de cervezas con el mismo nombre, nuestro vaticano particular en esta ocasión.
Conduciendo, conduciendo, conduciendo llegamos a un pueblo llamado East Bernard, donde Quinín hizo unas fotos magnificas a edificios, ruedas viejas, vías de tren, carteles de coña, personas resacosas con sombrero de vaquero barato...
Llegamos, el plazo era llegar a vaticano cervecero a las 11:00 y a las 11:02 estábamos entrando por la puerta de la tienda de souvenirs de la fabrica, que estaba cerrada al publico sábados y domingos, igual que la oficina de información al turista, merde!
Charlamos con la mujer que atendía la tienda y que además da muestras gratuitas (cuatro por persona) de los diferentes tipos de birra que fabrica Shiner, fotos por doquier hasta detrás de la barra, vimos el video de fabricación y nos reímos por esa costumbre tan elegante y distinguida de encontrar parecidos a la gente. Un tipo que entró era la viva imagen de Art Garfunkel, Quinín se descojonaba, la cerveza hacía su efecto, la mujer de la tienda estaba encantada con nuestra conversación y yo le pregunté por un viejo proyecto de viaje el año pasado, el pueblo de Gonzales.
Tras la bebida llegaron las fotos en los alrededores de la fábrica, aquello era como los trofeos de caza que un dentista de fama tiene en el salón de su casa, más risas... y después hambre, mucha, así que paramos en el restaurante “Country Corner Café” donde había un tipo con una pierna de plástico, un tren eléctrico que recorría todo el local a la altura del techo, clientela muy agradable de ver, camareras aún más... nos gustó el sitio. Dios no me dio una cara agradable de mirar, ni una nariz de Apolo pero en su lugar me dio un acento particular cuando hablo en inglés, que se hace muy curiosa al oído, y que abre y cierra muchas puertas. Comimos Tex Mex, devoramos debería decir, y le pregunté a la camarera que se podía hacer en Shiner además de ver la cervecera, poco más, muy poco más. Un cliente nos habló de la Iglesia que ya estaba en nuestros planes y del picnic que se iba a celebrar el domingo. Encontramos el templo, Iglesia de los Santos Cirilo y Metodio, una preciosidad con vidireras importadas de Bavaria, esta zona la poblaron muchos emigrantes de Chequia, Austria y ciertas partes de Alemania y se ve en muchas cosas. El templo era nuestro, pudimos ver hasta los confesionarios, se estaba tan a gusto... allí no había nadie y teníamos tanto cansancio... intenté convencer a Quinín de lo bueno que sería quedarnos en la Iglesia a descansar, pero él es un tipo temeroso de la Ley de Dios y comenzó a reírse y a hablar en un idioma extraño como si estuviese lleno de mosto.
El sábado salimos de Houston a las 8.00 AM Joaquín y servidor, servidor con dos horas de sueño, llegué a casa y la encontré vacía. Estuve en la piscina compartiendo compañía, volví a casa a las 5.00AM y la casa seguí vacía… vacío, vacío, vacío.
De camino hicimos la primera foto al lado de una señal de trafico que decía: “No recoja autostopistas – Prisión cercana”, ya empezamos con las risas, esas mismas que nos llevaron a un chiste un poco privado: la hora del Ángelus particular de Quinín y de este que escribe es a las 12.00 PM, claro, pero santificamos las fiestas con una cerveza y picando algo. De esta cabeza de cantamañanas salió algo así:
“Quinín, esta hora del Ángelus va a ser como si te pasase en el Vaticano...”, las risas inundaron el Mercury del gallego que replicó: “Sí, es como si fueras caminando por Via Della Conziliacione y te acercas a rezarla a la Plaza de San Pedro…” todo esto porque el plan que teníamos era visitar Shiner, un pueblo entre Houston y San Antonio donde está la fábrica de cervezas con el mismo nombre, nuestro vaticano particular en esta ocasión.
Conduciendo, conduciendo, conduciendo llegamos a un pueblo llamado East Bernard, donde Quinín hizo unas fotos magnificas a edificios, ruedas viejas, vías de tren, carteles de coña, personas resacosas con sombrero de vaquero barato...
Llegamos, el plazo era llegar a vaticano cervecero a las 11:00 y a las 11:02 estábamos entrando por la puerta de la tienda de souvenirs de la fabrica, que estaba cerrada al publico sábados y domingos, igual que la oficina de información al turista, merde!
Charlamos con la mujer que atendía la tienda y que además da muestras gratuitas (cuatro por persona) de los diferentes tipos de birra que fabrica Shiner, fotos por doquier hasta detrás de la barra, vimos el video de fabricación y nos reímos por esa costumbre tan elegante y distinguida de encontrar parecidos a la gente. Un tipo que entró era la viva imagen de Art Garfunkel, Quinín se descojonaba, la cerveza hacía su efecto, la mujer de la tienda estaba encantada con nuestra conversación y yo le pregunté por un viejo proyecto de viaje el año pasado, el pueblo de Gonzales.
Tras la bebida llegaron las fotos en los alrededores de la fábrica, aquello era como los trofeos de caza que un dentista de fama tiene en el salón de su casa, más risas... y después hambre, mucha, así que paramos en el restaurante “Country Corner Café” donde había un tipo con una pierna de plástico, un tren eléctrico que recorría todo el local a la altura del techo, clientela muy agradable de ver, camareras aún más... nos gustó el sitio. Dios no me dio una cara agradable de mirar, ni una nariz de Apolo pero en su lugar me dio un acento particular cuando hablo en inglés, que se hace muy curiosa al oído, y que abre y cierra muchas puertas. Comimos Tex Mex, devoramos debería decir, y le pregunté a la camarera que se podía hacer en Shiner además de ver la cervecera, poco más, muy poco más. Un cliente nos habló de la Iglesia que ya estaba en nuestros planes y del picnic que se iba a celebrar el domingo. Encontramos el templo, Iglesia de los Santos Cirilo y Metodio, una preciosidad con vidireras importadas de Bavaria, esta zona la poblaron muchos emigrantes de Chequia, Austria y ciertas partes de Alemania y se ve en muchas cosas. El templo era nuestro, pudimos ver hasta los confesionarios, se estaba tan a gusto... allí no había nadie y teníamos tanto cansancio... intenté convencer a Quinín de lo bueno que sería quedarnos en la Iglesia a descansar, pero él es un tipo temeroso de la Ley de Dios y comenzó a reírse y a hablar en un idioma extraño como si estuviese lleno de mosto.
Supongo que algún día leerás esto, Joaquín:
1. Uno no duerme siesta en una iglesia, sólo cierra los ojos y deja que Dios le hable en sueños.
2. El Dios castigador era el judío que además nació en la Alpujarra y ya ha descargado en mí su ira primero, y su indiferencia después.
3. A los invitados de la boda no les hubiera importado encontrarnos allí dejando que Dios nos hablase, ellos hubieran sabido que no dormíamos sino que comunicábamos.
4. En el caso remotísimo de que les hubiese importado no hubiera pasado nada, ni la policía, ni los GEO, ni el ejército ni nada excepto el Dios alpujarrense nos puede hacer salir de una iglesia.
(y) 5. No nos hubiéramos despertado estirándonos o bostezando justo en el momento del “Yes, I do.”
1. Uno no duerme siesta en una iglesia, sólo cierra los ojos y deja que Dios le hable en sueños.
2. El Dios castigador era el judío que además nació en la Alpujarra y ya ha descargado en mí su ira primero, y su indiferencia después.
3. A los invitados de la boda no les hubiera importado encontrarnos allí dejando que Dios nos hablase, ellos hubieran sabido que no dormíamos sino que comunicábamos.
4. En el caso remotísimo de que les hubiese importado no hubiera pasado nada, ni la policía, ni los GEO, ni el ejército ni nada excepto el Dios alpujarrense nos puede hacer salir de una iglesia.
(y) 5. No nos hubiéramos despertado estirándonos o bostezando justo en el momento del “Yes, I do.”
Nunca te perdonaré esto, nunca.
Dimos el último paseo, sacamos fotos a un cañón, y nos marchamos en dirección a Gonzales, el pueblo en el que mi pasado se iba a encontrar con mi presente por última vez con el maletero cargado de sueño. Las millas se hacían largas, por fin llegamos y buscando una gasolinera dimos con hoteles y con el centro del pueblo, precioso a la norteamericana.
Cogimos habitación en un hotel y dormí profundamente durante tres horas como hacía mucho tiempo que no pasaba pero me levanté peor porque estuve llevando una caraja inmensa en mi espalda el resto del día.
Regresamos al centro del pueblo y vimos la plaza, la luz se estaba yendo pero al fotógrafo le dio tiempo a sacar algunas de postal... Tras las fotos unas bebidas, ya sabéis, un par de cervezas nunca hicieron daño a nadie. El único bar de las cercanías era el Long Ranch Salon con ambiente de good ol’ country people, es decir: dos borrachos, el tonto del pueblo, dos parejas, la dueña del local y una camarera de pelo rubio, I like this bar...
Un borracho se nos acercó y habló sobre lo bueno de los bares viejos e insistía en llevarnos a uno que se estaba cayendo a pedazos y en el que no se podían sacar fotos, estaba más bebido que yo, así que declinamos su invitación y preguntamos a la camarera donde ver gente más joven. Nos escribió como llegar y nos dejó un número de teléfono al final del papel, el bar estaba en una carretera que estaba apartada de pueblo, antes de dirigirnos allí cenamos en un Whataburguer, lugar que nos trajo a la cabeza viejas historias de atracos y algunas bromas al respecto. No lo conseguimos, no hubo forma de dar con el Boomer Sports Bar, nos hicimos la carretera cuatro veces y no dimos con él. Decidimos regresar al Long Ranch Salon, ya sabéis un par de cervezas nunca hicieron mal a nadie, y desde allí a la cama, pero antes nos dio tiempo a reírnos un rato con el capítulo de la Biblia favorito de Quinín, las leyes del Deuteronomio:
1 No entrará en la congregación de Jehová el que tenga magullados los testículos, o amputado su miembro viril.
2 No entrará bastardo en la congregación de Jehová; ni hasta la décima generación no entrarán en la congregación de Jehová.
3 No entrará amonita ni moabita en la congregación de Jehová, ni hasta la décima generación de ellos; no entrarán en la congregación de Jehová para siempre,
23:17 No haya ramera de entre las hijas de Israel, ni haya sodomita de entre los hijos de Israel.
23:18 No traerás la paga de una ramera ni el precio de un perro a la casa de Jehová tu Dios por ningún voto; porque abominación es a Jehová tu Dios tanto lo uno como lo otro.
Risas y sueño, sueños y risas, como en los viejos tiempos pero con otra persona.
Domingo 10/06/07
Amaneció en Quininland a las 6.30 y en Monsieurbleulandie a las 7.30 con este verso en la cabeza: “Barras de bar vertederos de amor”.
Desayuno, ducha y de camino a la ruta de casas monumentales de Gonzales, primero pasamos al interior de una iglesia presbiteriana, se acercaron a nosotros porque éramos nuevos y nos preguntaron si nos acabábamos de cambiar a vivir a la ciudad. ¿Mujeres sacerdotes? Creo que nos hemos equivocado de Iglesia, Joaquín, y salimos de allí.
En Gonzales, el pueblo más antiguo de Texas, hay ochenta y ocho edificios que ver (http://www.gonzalestexas.com/visitor/tours_historicoverview.asp) , hay unos bed and breakfasts muy estilosos en el centro del pueblo y casas de menos de doscientos años que merecen la pena. La estrella de la parte de la ruta que pudimos hacer fue la casa de WB Houston (http://www.gonzalestexas.com/visitor/tours/tours/HistoricDriveZoom.asp?site=The+W.B.+Houston+House&pict=wbhouston1021.jpg). Un palacete de cuento de hadas en color azul celeste de ese que me gusta, tiene hasta un torreón con terraza en el que desayunar fresas y vino de Asti, una preciosidad que nunca verás, o quizá sí. También dimos con una gasolinera antigua y hubo sesión fotográfica de nuevo.
El calor apretaba de lo lindo, así que salimos hacia Yoakum, un pueblo a veinticinco millas al SE, otro muy bonito pero sin nadie en la calle, el calor era sofocante. Volvimos a Shiner a buscar “refresco”, había picnic en la Iglesia de Cirilo y Metodio, llegamos y allí no había ni Dios… entré en la Iglesia y vi que la fiesta era en un pueblo cercano, Halletsville. En él comimos en un restaurante que servía barbacoa y en el que había un jersey azul, de ese que me gusta a mí, que servía mesas y alegraba la vista a los comensales. Allí además de comer muy bien nos informaron de donde encontrar el campo de la fiesta.
La iglesia de Santa Ana es la iglesia rural más antigua de Texas, data de 1840, lo que nos encontramos era una autentica verbena tejana, “mujeres jugando al bingo por 25 centavos el cartón para ganar latas de refresco y termos de puto plástico mientras sus maridos se ponen de cerveza hasta arriba viendo la subasta de objetos donados para la ocasión” como muy bien definió Quinín. Amenizando una banda de polka que aburría a las ovejas y que entre tema y tema bebían Gatorade, incluso hicieron una versión de ‘Folson Prison Blues’, el gatorade se sube mucho…
Salimos de allí como alma adormilada que lleva el demonio en dirección a Moulton un pueblo en el que nos encontramos más de lo mismo, edificios antiguos y nadie en la calle. Unas fotos, un camión Peterbuilt aparcado y de camino a un pueblo para coger la I10 en dirección a Houston, el camión de Torcuato.
Flatonia, que como dice el gallego tiene nombre de una república de película de Woody Allen. No había mucho que ver, en un DQ paramos a tomar un helado llamado Blizzard que tiene como particularidad que antes de dártelo le dan la vuelta al vaso para que compruebes que no se caen… cosas de este país. Yo ya había estado en Flatonia, no recuerdo bien cuando pero creo que fue con Torcuato y además en aquel mismo DQ. No tuve un dejavu como tal, es que había estado allí antes en esta vida, seguro…
Llegamos a Houston, hice una lavadora, puse orden en la casa, cerré los puños y me cagué en muchas cosas varias veces, y puse orden en mis prioridades por primera vez en dos años.
La cosa no acabó aquí, a la noche nos tocaron los bares de downtown, ya sabéis, un par de cervezas nunca hicieron daño a nadie, y tuve una de las noches más divertidas, de esas de felicidad de bar, que recuerdo en mucho tiempo. “Barras de bar, vertederos de amor..., os enseñé mi trocito peor…”
Desayuno, ducha y de camino a la ruta de casas monumentales de Gonzales, primero pasamos al interior de una iglesia presbiteriana, se acercaron a nosotros porque éramos nuevos y nos preguntaron si nos acabábamos de cambiar a vivir a la ciudad. ¿Mujeres sacerdotes? Creo que nos hemos equivocado de Iglesia, Joaquín, y salimos de allí.
En Gonzales, el pueblo más antiguo de Texas, hay ochenta y ocho edificios que ver (http://www.gonzalestexas.com/visitor/tours_historicoverview.asp) , hay unos bed and breakfasts muy estilosos en el centro del pueblo y casas de menos de doscientos años que merecen la pena. La estrella de la parte de la ruta que pudimos hacer fue la casa de WB Houston (http://www.gonzalestexas.com/visitor/tours/tours/HistoricDriveZoom.asp?site=The+W.B.+Houston+House&pict=wbhouston1021.jpg). Un palacete de cuento de hadas en color azul celeste de ese que me gusta, tiene hasta un torreón con terraza en el que desayunar fresas y vino de Asti, una preciosidad que nunca verás, o quizá sí. También dimos con una gasolinera antigua y hubo sesión fotográfica de nuevo.
El calor apretaba de lo lindo, así que salimos hacia Yoakum, un pueblo a veinticinco millas al SE, otro muy bonito pero sin nadie en la calle, el calor era sofocante. Volvimos a Shiner a buscar “refresco”, había picnic en la Iglesia de Cirilo y Metodio, llegamos y allí no había ni Dios… entré en la Iglesia y vi que la fiesta era en un pueblo cercano, Halletsville. En él comimos en un restaurante que servía barbacoa y en el que había un jersey azul, de ese que me gusta a mí, que servía mesas y alegraba la vista a los comensales. Allí además de comer muy bien nos informaron de donde encontrar el campo de la fiesta.
La iglesia de Santa Ana es la iglesia rural más antigua de Texas, data de 1840, lo que nos encontramos era una autentica verbena tejana, “mujeres jugando al bingo por 25 centavos el cartón para ganar latas de refresco y termos de puto plástico mientras sus maridos se ponen de cerveza hasta arriba viendo la subasta de objetos donados para la ocasión” como muy bien definió Quinín. Amenizando una banda de polka que aburría a las ovejas y que entre tema y tema bebían Gatorade, incluso hicieron una versión de ‘Folson Prison Blues’, el gatorade se sube mucho…
Salimos de allí como alma adormilada que lleva el demonio en dirección a Moulton un pueblo en el que nos encontramos más de lo mismo, edificios antiguos y nadie en la calle. Unas fotos, un camión Peterbuilt aparcado y de camino a un pueblo para coger la I10 en dirección a Houston, el camión de Torcuato.
Flatonia, que como dice el gallego tiene nombre de una república de película de Woody Allen. No había mucho que ver, en un DQ paramos a tomar un helado llamado Blizzard que tiene como particularidad que antes de dártelo le dan la vuelta al vaso para que compruebes que no se caen… cosas de este país. Yo ya había estado en Flatonia, no recuerdo bien cuando pero creo que fue con Torcuato y además en aquel mismo DQ. No tuve un dejavu como tal, es que había estado allí antes en esta vida, seguro…
Llegamos a Houston, hice una lavadora, puse orden en la casa, cerré los puños y me cagué en muchas cosas varias veces, y puse orden en mis prioridades por primera vez en dos años.
La cosa no acabó aquí, a la noche nos tocaron los bares de downtown, ya sabéis, un par de cervezas nunca hicieron daño a nadie, y tuve una de las noches más divertidas, de esas de felicidad de bar, que recuerdo en mucho tiempo. “Barras de bar, vertederos de amor..., os enseñé mi trocito peor…”
Mr. Blue
http://picasaweb.google.com/deputydude/ShinerGonzales9100607
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