Por un cómic de Tintín, el Atomium siempre fue una obsesión –otra– para mí. Tuve la oportunidad de visitar Bruselas muy a principios de los dos mil porque la que era entonces mi novia hizo un examen para optar a ser intérprete de la Unión Europea. Suspendió, igual que yo como pareja, pero me llevó a ver el Atomium a pesar de su extrañeza, causada por todo lo que había que ver y visitar en la capital de Bélgica con más historia que el Atomium.
Años después una compañera de colegio, cuando yo ya residía en EE.UU. y seguía suspendiendo los exámenes de pareja, visitó Europa con un amigo y me envió estas fotos desde allí.
Llevan guardadas quince años. Qué quería hacer con ellas no lo recuerdo con exactitud, pero sí sé que era un escrito de nueve historias entrecruzadas que ocurrían de manera independiente en cada una de las nueve esferas del monumento.
Mr. Blue
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